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Sabbath School


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SUNDAY, JULY 21 La parábola del sembrador Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/7AwxYpf @seguidores @destacar La misión de Cristo no fue entendida por la gente de su tiempo. La forma de su venida no era la que ellos esperaban. El Señor Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que al tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremonias. Pero los judíos habían exaltado las formas y las ceremonias, y habían perdido de vista su objeto. Las tradiciones, las máximas y los estatutos de los hombres ocultaron de su vista las lecciones que Dios se proponía transmitirles. Esas máximas y tradiciones llegaron a ser un obstáculo para la comprensión y práctica de la religión verdadera. Y cuando vino la Realidad, en la persona de Cristo, no reconocieron en él el cumplimiento de todos sus símbolos, la sustancia de todas sus sombras… El evangelio de Cristo era un tropezadero para ellos porque demandaban señales en vez de un Salvador. Esperaban que el Mesías probase sus aseveraciones por poderosos actos de conquista, para establecer su imperio sobre las ruinas de los imperios terrenales. Cristo contestó a esta expectativa con la parábola del sembrador. No por la fuerza de las armas, no por violentas interposiciones había de prevalecer el reino de Dios, sino por la implantación de un nuevo principio en el corazón de los hombres (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 17, 18). Por medio de la parábola del sembrador, Cristo ilustra las cosas del reino de los cielos, y la obra que el gran Labrador hace por su pueblo. A semejanza de uno que siembra en el campo, él vino a esparcir los granos celestiales de la verdad. Y su misma enseñanza en parábolas era la simiente con la cual fueron sembradas las más preciosas verdades de su gracia. A causa de su simplicidad, la parábola del sembrador no ha sido valorada como debiera haber sido. De la semilla natural echada en el terreno, Cristo desea guiar nuestras mentes a la semilla del evangelio, cuya siembra produce el retorno de los hombres a su lealtad a Dios. Aquel que dio la parábola de la semillita es el Soberano del cielo, y las mismas leyes que gobiernan la siembra de la semilla terrenal, rigen la siembra de la simiente de verdad (Palabras de vida del gran Maestro, p. 16). La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran libro de texto… Cuando se siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir, da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una obra solemne y hermosa (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 189).
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