A Fin de Conocerle


A Fin de Conocerle
La oración ferviente y eficaz, 21 de septiembre La oración eficaz del justo puede mucho. Santiago 5:16. https://ift.tt/p8vMLAe La oración sincera y humilde del verdadero adorador asciende al cielo, y Jesús mezcla el santo incienso de sus méritos con nuestras peticiones imperfectas. Se nos acepta mediante su justicia. Cristo hace que nuestras oraciones sean completamente eficaces mediante el aroma de su justicia. En estos días de peligro, necesitamos hombres que luchen con Dios como lo hizo Jacob, y que prevalezcan, como Jacob. Gracias a Dios que el Redentor del mundo prometió que si se iba, enviaría al Espíritu Santo como su representante. Oremos y apropiémonos de las ricas promesas de Dios, y luego alabemos a Dios porque se nos concederá el Espíritu Santo para satisfacer nuestras necesidades, en proporción a nuestras súplicas fervientes y humildes. Si buscamos a Dios de todo corazón, lo encontraremos y obtendremos el cumplimiento de la promesa.—Carta 13, 1894. Los que aman al Señor y su verdad, únanse de a dos o tres y busquen lugares tranquilos donde puedan orar a Dios pidiendo su bendición sobre el pastor, quien difícilmente encuentra tiempo para orar a causa de que está constantemente ocupado atendiendo tantos pedidos, asistiendo a juntas, contestando preguntas, aconsejando, escribiendo cartas importantes. Que las oraciones fervientes y eficaces de los justos asciendan a Dios, para que la palabra hablada sea un mensaje de verdad que alcance los corazones de los oyentes, y que así se puedan ganar almas para Cristo.—The Review and Herald, 24 de julio de 1883. Para ser cristiana, una persona no necesita grandes talentos. Una oración ferviente ofrecida con corazón contrito por alguien que desea hacer la voluntad del Maestro, tiene más valor para Dios que su elocuencia. El instrumento humano puede no tener participación en concilios; tal vez no se le permita deliberar en los senados o votar en parlamentos. Sin embargo, tiene acceso a Dios. El Rey de reyes se inclina para escuchar la oración de un corazón humilde y contrito. Dios oye cada oración que se eleva con el incienso de la fe.—Manuscrito 56, 1902.
¡Visita A Fin de Conocerle!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

¡Maranata: El Senor Viene!

Nuestro estudio en los siglos futuros, 23 de diciembre Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bonda...

Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374