El Mensaje de los Tres Ángeles - Apocalipsis 14:6-12

6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
8 Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

A Fin de Conocerle


A Fin de Conocerle
¿Quién tiene nuestra amistad? 29 de octubre ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4. https://ift.tt/Wxde0cT Las Escrituras proporcionan abundante evidencia de que es más seguro unirse al Señor y perder los favores y la amistad del mundo, que acudir al mundo en busca de favor y apoyo olvidando nuestra dependencia de Dios. El Señor mismo ha establecido una muralla separadora entre las cosas del mundo y las que ha elegido y sacado del mundo y santificado para él mismo. El mundo no reconocerá esta distinción. ... Pero Dios ha establecido esta separación y la hará durar. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, el Señor ha ordenado definidamente a su pueblo que sea diferente del mundo en espíritu, en obras, en la práctica, para que sea una nación santa, un pueblo peculiar, a fin de manifestar las alabanzas del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. El este no está más lejos del oeste de lo que están los hijos de luz en sus costumbres, prácticas y espíritu de los hijos de las tinieblas. Esta distinción será más señalada y decidida a medida que nos acerquemos al final del tiempo. Hay un elemento llamado amor que nos enseña a alabar y halagar a nuestros semejantes y a no decirles fielmente el peligro que corren y a no amonestarlos y aconsejarlos para su bien. Este amor no proviene del cielo. Nuestras palabras y acciones deberían ser serias y fervientes, especialmente ante los que descuidan la salvación de su alma. ... Si nos unimos con ellos en liviandad, vulgaridad y búsqueda del placer, o en cualquier hecho que desplace la seriedad de la mente, les estamos diciendo constantemente con nuestro ejemplo: “Paz, paz; no os perturbéis. No hay razón para que os alarméis”. Esto es como decirle al pecador: “Todo te saldrá bien”.—The Review and Herald, 8 de enero de 1884.
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