A Fin de Conocerle
La condición para ser hijo, 31 de octubre Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. 2 Corintios 6:17, 18. https://ift.tt/5s0pMGi ¿Queréis convertiros en hijos e hijas del Todopoderoso? Aquí se estipulan las condiciones para gozar de este gran privilegio. Salid, sed diferentes, no toquéis lo inmundo. No podéis conservar la amistad del mundo, participar en sus placeres, indentificaros con sus intereses, y aún ser hijos de Dios. Juan dijo: “El mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”. 1 Juan 3:1. ¿Pero permitiremos que el deseo de obtener el favor de los enemigos de Dios nos impida aceptar las condiciones de la salvación? ... Se esperan grandes cosas de los hijos e hijas de Dios. Contemplo a los jóvenes de hoy, y mi corazón se estremece por ellos. ¡Qué posibilidades hay ante ellos! Si procuran sinceramente aprender de Cristo, él les concederá sabiduría, como se la dio a Daniel. ... Que los jóvenes traten de apreciar el privilegio que puede ser suyo, ser dirigidos por la sabiduría infalible de Dios. Se considera un gran honor ser invitado ante la presencia de un rey de este mundo. Pero consideremos el asombroso privilegio que se nos ofrece. Si obedecemos los requisitos de Dios, podemos llegar a ser hijos e hijas del Rey del universo. Mediante un Salvador crucificado y resucitado, podemos tener la plenitud de los frutos de justicia, y ser aptos para brillar en las cortes del Rey de reyes durante siglos sin término. El mundo no conoce la exaltación de los hijos y las hijas del Altísimo. Los que los rodean no ven que el espíritu humilde y abnegado y la paciente mansedumbre de corazón tengan algún valor extraordinario. No conocieron ni apreciaron a Cristo cuando estuvo en el mundo, y el siervo no es mayor que su Señor. No podrían apreciarlo, y cuanto más nos asemejemos a él, tanto más no nos entenderá el mundo.—The Review and Herald, 28 de febrero de 1888.
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La condición para ser hijo, 31 de octubre Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. 2 Corintios 6:17, 18. https://ift.tt/5s0pMGi ¿Queréis convertiros en hijos e hijas del Todopoderoso? Aquí se estipulan las condiciones para gozar de este gran privilegio. Salid, sed diferentes, no toquéis lo inmundo. No podéis conservar la amistad del mundo, participar en sus placeres, indentificaros con sus intereses, y aún ser hijos de Dios. Juan dijo: “El mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”. 1 Juan 3:1. ¿Pero permitiremos que el deseo de obtener el favor de los enemigos de Dios nos impida aceptar las condiciones de la salvación? ... Se esperan grandes cosas de los hijos e hijas de Dios. Contemplo a los jóvenes de hoy, y mi corazón se estremece por ellos. ¡Qué posibilidades hay ante ellos! Si procuran sinceramente aprender de Cristo, él les concederá sabiduría, como se la dio a Daniel. ... Que los jóvenes traten de apreciar el privilegio que puede ser suyo, ser dirigidos por la sabiduría infalible de Dios. Se considera un gran honor ser invitado ante la presencia de un rey de este mundo. Pero consideremos el asombroso privilegio que se nos ofrece. Si obedecemos los requisitos de Dios, podemos llegar a ser hijos e hijas del Rey del universo. Mediante un Salvador crucificado y resucitado, podemos tener la plenitud de los frutos de justicia, y ser aptos para brillar en las cortes del Rey de reyes durante siglos sin término. El mundo no conoce la exaltación de los hijos y las hijas del Altísimo. Los que los rodean no ven que el espíritu humilde y abnegado y la paciente mansedumbre de corazón tengan algún valor extraordinario. No conocieron ni apreciaron a Cristo cuando estuvo en el mundo, y el siervo no es mayor que su Señor. No podrían apreciarlo, y cuanto más nos asemejemos a él, tanto más no nos entenderá el mundo.—The Review and Herald, 28 de febrero de 1888.
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