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Cada Día con Dios


Cada Día con Dios
Sois instrumentos de Dios, 1 de octubre Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12. https://ift.tt/PcwonjJ Cristo vino a la tierra para presentar una norma verdadera y exaltada. Aunque el período dedicado a su ministerio público fue corto, llevó a cabo todo lo que vino a hacer. ¡Cuán impresionantes eran las verdades que enseñó, cuán completa la obra de su vida! ¡Cuán espiritual era el alimento que impartía diariamente al distribuir el pan de vida a miles de almas hambrientas! Su vida consistía en un viviente ministerio de la Palabra. Era la luz del mundo; señalaba a los hombres el camino, la verdad y la vida. El mismo era el alimento de ellos: El Pan de vida no prometió nada que no estuviera en condiciones de cumplir. “Pedid -dijo-, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Mateo 7:7. Tal como podemos seguir el curso de una corriente de agua viva por la línea de viviente verdor que produce, se podía ver a Cristo mediante los hechos de misericordia que señalaban su camino a cada paso. Por donde andaba irrumpía la salud y la felicidad aparecía por donde él pasaba. Presentaba con tal sencillez las palabras de vida eterna, que hasta un niño las podía entender. Los hombres, las mujeres y los niños quedaban tan impresionados con su manera de explicar las Escrituras, que podían captar hasta la entonación de su voz, poner el mismo énfasis sobre sus palabras, e imitar sus gestos. Los jóvenes captaban su espíritu de servicio, y trataban de imitar sus modales llenos de gracia en un intento de ayudar a los que veían que padecían necesidad. El ciego y el cojo se regocijaban en su presencia. El rostro de Cristo era para muchos el primero que jamás habían visto; sus palabras eran las primeras que habían penetrado en sus oídos. Estas personas restauradas lo seguían hasta donde les resultaba posible. Sus palabras, dirigidas a los ignorantes, les abrían una fuente de vida. Les dispensaba generosa y continuamente sus bendiciones. Los tesoros almacenados desde la eternidad, dados por Cristo, eran los ricos dones del Señor al hombre. La obra de Cristo en favor de la humanidad todavía no ha terminado. Continúan en la actualidad. Por medio de Juan afirma que a cuantos lo reciban, a los que creen en su nombre, les dará la potestad de ser hijos de Dios.—Manuscrito 79, del 1 de octubre de 1906, “Dejad vuestras redes y seguidme”.
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