El Cristo Triunfante
La promesa del espíritu: “recibiréis poder”, 21 de octubre “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8. https://ift.tt/ZgyDrLb Después de su resurrección, Cristo ascendió hasta su lugar de honor asignado. Y fue entronizado ante el universo celestial y los mundos que no habían caído. Él deseaba impresionar las mentes de los creyentes con la gloriosa recepción hecha a su Hijo en el hogar que antes había dejado. Por nuestro bien llegó a ser pobre, para que por su pobreza pudiéramos ser enriquecidos... Mientras Cristo ascendía, sus manos estaban extendidas bendiciendo a sus discípulos. Mientras ellos permanecían en pie, aferrándose para tomar hasta el último detalle de su enaltecido Señor, Jesús fue recibido por una multitud de seres celestiales en alegres rangos de querubines y serafines. Y, mientras lo escoltaban hasta el hogar celestial, entonaban un cántico triunfal: “Reinos de la tierra, cantad a Dios, cantad al Señor; al que cabalga sobre los cielos “. Cristo decidió entregar un obsequio a quienes habían estado con él y a los que creían en él, pues era la ocasión de su ascensión e inauguración, un momento de júbilo celestial. ¿Qué don suficientemente rico podría Cristo ofrecer para señalar su ascenso al trono de la mediación? Debía ser algo digno de su grandeza y jerarquía real. Cristo, entonces, ofreció a su representante, la tercera persona de la Divinidad, el Espíritu Santo. Y este don no podía ser superado... En el día de Pentecostés, Cristo dio a sus discípulos el Espíritu Santo para que fuera el Consolador de ellos. Siempre moraría con su iglesia. En el transcurso de todo el sistema judío, la influencia del Espíritu Santo con frecuencia se reveló de una manera marcada, pero no en toda su plenitud. El Espíritu había estado esperando la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Señor Jesucristo. A lo largo de las edades se habían ofrecido muchas oraciones por el cumplimiento de la promesa, por la impartición del Espíritu y ninguna de estas fervientes súplicas había sido olvidada. Ahora, por diez días los discípulos enviaron sus peticiones y Cristo en el cielo añadió su mediación. Reclamó el don del Espíritu Santo para derramarlo sobre su pueblo... Y habiendo llegado hasta su trono les dio el Espíritu Santo, como lo había prometido, el cual como arrollador y poderoso viento, cayó sobre los que estaban reunidos y llenó por completo el recinto. Se presentó con plenitud y poder, como si hubiera estado retenido por años, pero recién ahora se lo derramaba sobre la iglesia para ser difundido al mundo. ¿Qué siguió a este derramamiento? Miles se convirtieron en un día.—Manuscrito 44, 1898.
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