Nuestra Elevada Vocacion
Velad, orad, trabajad, 23 de octubre Conviéneme obrar las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar. Juan 9:4. https://ift.tt/T2xbwrv Si el libro del cielo pudiera ser abierto delante de nosotros, nos asombraríamos grandemente ante la gran proporción de cristianos profesos, que realmente no contribuyen con nada a la edificación del reino de Dios, que no hacen ningún esfuerzo en pro de la salvación de las almas. Los tales son servidores perezosos. Muchos de los que están satisfechos sin hacer mucho bien, se halagan a sí mismos porque no hacen ningún daño, porque no se oponen a los obreros fervientes y activos. Pero esta clase de gente hace mucho daño debido a su ejemplo. ... El siervo perezoso no fué condenado por lo que había hecho, sino por lo que había dejado de hacer. En la causa de Dios no hay otro enemigo más peligroso que el cristiano indolente. Un profano declarado hace menos daño; porque no engaña a nadie, aparece tal como es, como un abrojo, como una espina. Los que no hacen nada son el tropiezo mayor. Aquellos que no quieren llevar las cargas, que rechazan toda responsabilidad desagradable, son los primeros en caer en las redes de Satanás, los primeros en colocar su influencia en un camino equivocado. Velad, orad, trabajad—éste es el santo y seña del cristiano. Que ninguno se excuse por no trabajar por la salvación de las almas. Que ninguno se engañe a sí mismo creyendo que no se requiere nada de él. Se requiere de él nada menos que lo que se esperaba del hombre a quien se le confió un talento.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1883. En nuestra familia hay una obra que debe hacerse por Cristo, lo mismo que en nuestro vecindario y en todas partes. Siendo bondadosos con los pobres, con los enfermos, o con los afligidos, podemos ejercer una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encuentre acceso a sus corazones. En todas partes hay oportunidades para ser de utilidad. Todos los que están imbuidos por el Espíritu de Cristo demostrarán que son pámpanos que llevan fruto de la Vid viviente. ... A nosotros nos corresponde trazar el registro que quisiéramos encontrar más tarde. ¿Tendremos sus páginas llenas con relatos de trabajo ferviente para Dios y la humanidad? Andemos en las pisadas de Aquel que declaró: “Conviéneme obrar las obras del que me envió, entretanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar”.—Ibid.
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Velad, orad, trabajad, 23 de octubre Conviéneme obrar las obras del que me envió, entre tanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar. Juan 9:4. https://ift.tt/T2xbwrv Si el libro del cielo pudiera ser abierto delante de nosotros, nos asombraríamos grandemente ante la gran proporción de cristianos profesos, que realmente no contribuyen con nada a la edificación del reino de Dios, que no hacen ningún esfuerzo en pro de la salvación de las almas. Los tales son servidores perezosos. Muchos de los que están satisfechos sin hacer mucho bien, se halagan a sí mismos porque no hacen ningún daño, porque no se oponen a los obreros fervientes y activos. Pero esta clase de gente hace mucho daño debido a su ejemplo. ... El siervo perezoso no fué condenado por lo que había hecho, sino por lo que había dejado de hacer. En la causa de Dios no hay otro enemigo más peligroso que el cristiano indolente. Un profano declarado hace menos daño; porque no engaña a nadie, aparece tal como es, como un abrojo, como una espina. Los que no hacen nada son el tropiezo mayor. Aquellos que no quieren llevar las cargas, que rechazan toda responsabilidad desagradable, son los primeros en caer en las redes de Satanás, los primeros en colocar su influencia en un camino equivocado. Velad, orad, trabajad—éste es el santo y seña del cristiano. Que ninguno se excuse por no trabajar por la salvación de las almas. Que ninguno se engañe a sí mismo creyendo que no se requiere nada de él. Se requiere de él nada menos que lo que se esperaba del hombre a quien se le confió un talento.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1883. En nuestra familia hay una obra que debe hacerse por Cristo, lo mismo que en nuestro vecindario y en todas partes. Siendo bondadosos con los pobres, con los enfermos, o con los afligidos, podemos ejercer una influencia sobre ellos, de modo que la verdad divina encuentre acceso a sus corazones. En todas partes hay oportunidades para ser de utilidad. Todos los que están imbuidos por el Espíritu de Cristo demostrarán que son pámpanos que llevan fruto de la Vid viviente. ... A nosotros nos corresponde trazar el registro que quisiéramos encontrar más tarde. ¿Tendremos sus páginas llenas con relatos de trabajo ferviente para Dios y la humanidad? Andemos en las pisadas de Aquel que declaró: “Conviéneme obrar las obras del que me envió, entretanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar”.—Ibid.
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