A Fin de Conocerle
Canales de luz y bendición, 26 de noviembre Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Hechos 4:13. https://ift.tt/hKVw40y El mundo no puede ver la belleza, el encanto, la bondad y la santidad de la verdad divina. Y para que el mundo pueda comprenderla, debe haber un canal a través del cual fluya hacia el mundo. El Salvador ha constituido a la iglesia en ese canal... Cristo se nos ha revelado para que nosotros lo manifestemos a otros... Si los que pretenden ser cristianos obedecen las palabras de Cristo, todos los que se relacionen con ellos reconocerán que han estado con Jesús y que han aprendido de él. Representarán a Cristo, y las cosas eternas constituirán el tema de sus pensamientos y conversaciones... La fe sencilla en la sangre de la expiación puede salvar mi alma; y juntamente con Juan, quiero llamar la atención de todos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús me ha salvado, aunque yo no tenía nada que ofrecerle... Nunca un pecador ha buscado a Cristo de todo corazón sin encontrarlo... Podemos reclamar para nosotros la bendita seguridad: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados”. Isaías 44:22. “Sus muchos pecados le son perdonados”. Lucas 7:47. Cuán preciosa y refrigerante es la luz del amor de Dios. El pecador puede contemplar su vida manchada por el pecado, y decir: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió”. Romanos 8:34. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. Romanos 5:20. Cristo, el Restaurador, planta un nuevo principio de vida en el alma, y esa planta crece y produce fruto. La gracia de Cristo purifica mientras perdona, y prepara a los hombres para un cielo santo. Debemos crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, hasta que alcancemos plenamente la estatura de hombres y mujeres en Cristo. Ojalá que alcancemos la elevada norma que Dios ha establecido ante nosotros.—The Review and Herald, 14 de julio de 1891.
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Canales de luz y bendición, 26 de noviembre Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Hechos 4:13. https://ift.tt/hKVw40y El mundo no puede ver la belleza, el encanto, la bondad y la santidad de la verdad divina. Y para que el mundo pueda comprenderla, debe haber un canal a través del cual fluya hacia el mundo. El Salvador ha constituido a la iglesia en ese canal... Cristo se nos ha revelado para que nosotros lo manifestemos a otros... Si los que pretenden ser cristianos obedecen las palabras de Cristo, todos los que se relacionen con ellos reconocerán que han estado con Jesús y que han aprendido de él. Representarán a Cristo, y las cosas eternas constituirán el tema de sus pensamientos y conversaciones... La fe sencilla en la sangre de la expiación puede salvar mi alma; y juntamente con Juan, quiero llamar la atención de todos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús me ha salvado, aunque yo no tenía nada que ofrecerle... Nunca un pecador ha buscado a Cristo de todo corazón sin encontrarlo... Podemos reclamar para nosotros la bendita seguridad: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados”. Isaías 44:22. “Sus muchos pecados le son perdonados”. Lucas 7:47. Cuán preciosa y refrigerante es la luz del amor de Dios. El pecador puede contemplar su vida manchada por el pecado, y decir: “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió”. Romanos 8:34. “Cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”. Romanos 5:20. Cristo, el Restaurador, planta un nuevo principio de vida en el alma, y esa planta crece y produce fruto. La gracia de Cristo purifica mientras perdona, y prepara a los hombres para un cielo santo. Debemos crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, hasta que alcancemos plenamente la estatura de hombres y mujeres en Cristo. Ojalá que alcancemos la elevada norma que Dios ha establecido ante nosotros.—The Review and Herald, 14 de julio de 1891.
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