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Cada Día con Dios


Cada Día con Dios
No permitamos que nada nos desvíe, 31 de diciembre Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta. Filipenses 3:13, 14. https://ift.tt/eVMpz6D No permitamos que nada nos desvíe de la senda de la abnegación. De los que en la antigüedad se dedicaban a las justas deportivas leemos: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. 1 Corintios 9:25. Al emprender la gran lucha, pensemos en lo que perderemos si fracasamos. Perderemos la vida eterna adquirida para nosotros mediante la sangre del Hijo de Dios. ¿Abandonaremos, pues, la tarea de la eterna vigilancia? Si hacemos todo lo posible para resistir el mal y superar los obstáculos, lograremos la victoria. El vigor será la recompensa del esfuerzo hecho para alcanzar el premio de nuestra elevada vocación en Cristo. Se nos presentarán atracciones mundanales para desviar nuestra atención del Señor Jesús; pero al poner a un lado todo el peso del pecado que nos asedia, seguiremos avanzando para mostrar al mundo, a los ángeles y a los hombres que la esperanza de ver el rostro de Dios justifica todos los esfuerzos y sacrificios... “Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:13, 14. “Una cosa hago”. Pablo no permitía que nada lo apartara del gran propósito de su vida... En medio de las numerosas actividades de la vida nunca perdió de vista su gran propósito: Proseguir rumbo a la meta, al premio de su supremo llamamiento... Permitamos que los grandes propósitos que indujeron a Pablo a proseguir rumbo a ia meta frente a los problemas y dificultades, los induzcan a ustedes también a consagrarse plenamente al servicio de Dios. Todo lo que les llegue a la mano para hacer, háganlo según sus fuerzas. Alegren la tarea con himnos de alabanza. Si quieren tener un registro limpio en los libros del cielo, nunca se quejen ni protesten. Sea ésta la oración cotidiana de cada uno de ustedes: “Señor: Ayúdame a hacer todo lo mejor posible. Enséñame a hacer mejor mi tarea. Dame energía y alegría. Ayúdame a introducir en mi servicio el ministerio amante del Salvador”.—Carta 1, del 31 de diciembre de 1903, dirigida a “Mis queridos hermanos y hermanas”.
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