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Sabbath School


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Wednesday, December 04 Yo soy la verdad Comentarios Elena G.W https://ift.tt/TC3bJOS La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus profundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema que requerirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas (Palabras de vida del gran Maestro, p. 99). Vivimos en un tiempo cuando Satanás está trabajando con todo su poder para desalentar y derrotar a los que se esfuerzan por servir a Dios. Pero no debemos fallar ni desanimarnos. Tenemos que ejercitar una mayor fe en Dios. Debemos confiar en su Palabra viviente. A menos que nos aferremos de lo alto con mayor firmeza, nunca seremos capaces de derrotar a los poderes de las tinieblas que se verán y se sentirán en cada departamento de la obra. Las cisternas de la tierra se vaciarán a menudo, y sus fuentes se secarán; pero en Cristo se halla un manantial vivo del cual podemos beber continuamente. No importa cuánta agua saquemos para compartir con los demás, siempre quedará en abundancia. No hay peligro de agotar el suministro; porque Cristo es la fuente inagotable de la verdad (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 262). Cuando el pecado de Adán hundió a la raza en la miseria y la desesperación, Dios podría haberse separado de los caídos pecadores. Podría haber enviado a sus ángeles para que derramaran sobre nuestro mundo las copas de su ira. Podría haber hecho desaparecer esta oscura mancha del universo. Pero no lo hizo. En lugar de echarlos de su presencia, se acercó más a la raza caída. Dio a su Hijo para que llegara a ser hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14. Cristo, mediante su relación con los seres humanos, puso al hombre más cerca de Dios todavía. Revistió su naturaleza divina con el manto de la humanidad, y demostró ante el universo celestial, ante los mundos no caídos, cuánto ama Dios a los hijos de los hombres. El don de Dios en favor del hombre excede a todo cálculo. Nada se escatimó. Dios no podía permitir que se dijera que podía haber hecho algo más, que podía revelar a la humanidad un amor mayor. En el don de Cristo, dio todo el cielo (La maravillosa gracia de Dios, p. 53).
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