Wednesday, April 16 Isaac y Rebeca Comentarios Elena G.W https://ift.tt/x9gNbkC Isaac, confiando en la sabiduría y el cariño de su padre, se conformaba con dejarle a él la solución del asunto creyendo que Dios le guiaría en la elección. Los pensamientos del patriarca se dirigieron hacia los parientes de su padre que estaban en Mesopotamia. Aunque no estaban libres de idolatría, apreciaban el conocimiento y el culto del verdadero Dios. Isaac no debía salir de Canaán para ir adonde estaban ellos; pero tal vez se podría hallar entre ellos a una mujer dispuesta a dejar a su país y a unirse con él para conservar puro el culto del Dios viviente. Abraham confió este importante asunto al servidor más anciano de su casa, hombre piadoso y experimentado, de sano juicio, que le había dado fiel y largo servicio. Hizo prestar a este servidor el solemne juramento ante el Señor de que no tomaría para Isaac una mujer cananea, sino que elegiría a una doncella de la familia de Nacor, de Mesopotamia. Le ordenó que no llevara allá a Isaac. En caso de que no se encontrase una doncella que quisiese dejar a sus parientes, el mensajero quedaría absuelto de su juramento. El patriarca le animó en su difícil y delicada empresa, asegurándole que Dios coronaría su tarea con éxito. “Jehová, Dios de los cielos —le dijo—, que me tomó de la casa de mi padre… enviará su ángel delante de ti”. Véase Génesis 24 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 168, 169). Isaac fue sumamente honrado por Dios al ser hecho heredero de las promesas por las cuales sería bendecida la tierra; sin embargo, a la edad de cuarenta años se sometió al juicio de su padre cuando envió a un servidor experto y piadoso a buscarle esposa. Y el resultado de este casamiento, que nos es presentado en las Escrituras, es un tierno y hermoso cuadro de la felicidad doméstica: “E Isaac la llevó a la tienda de su madre Sara. Recibió a Rebeca por esposa, y la amó. Y se consoló Isaac después de la muerte de su madre”. Génesis 24:67 (Mensajes para los jóvenes, p. 464). Los cananeos eran idólatras, y el Señor había mandado a su pueblo que no se casaran con ellos, no fuera que cayesen en la idolatría. Abraham era ya viejo y pensaba que pronto habría de morir. Isaac estaba aún soltero, y Abraham estaba preocupado por las influencias corruptoras que rodeaban a su hijo. Deseaba seleccionar para él una esposa que no lo apartase de Dios. Esta tarea fue encomendada a su fiel y experimentado siervo, que era el mayordomo sobre todo lo que tenía. Abraham requirió que su siervo hiciera un pacto solemne ante Dios, de que no tomaría una esposa para Isaac entre las mujeres cananeas, sino que iría a los parientes de Abraham, quienes creían en el Dios verdadero, y elegiría una esposa para el joven. No quería que Isaac lo acompañase en ese viaje, debido a que prácticamente todos en esa tierra habían caído en la idolatría. Si no podía encontrar una esposa para Isaac que estuviera dispuesta a dejar su parentela y venir hacia donde el joven estaba, entonces quedaría libre del pacto que había hecho (Hijas de Dios, pp. 26, 27).
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