Thursday, May 29 Para que se conozca tu salvación Comentarios Elena G.W https://ift.tt/kqhxDBY Dios le ha dado preciosos privilegios y ventajas al enviarle la luz de su verdad, y usted ha de aprovechar estas bendiciones, y permitir que otros compartan las misericordias de Dios. Qué gran campo misionero hay alrededor de sus hogares, qué oportunidades diarias para hablar del valor de las promesas de Dios, para reanimar a las pobres almas que se ven obligadas a trabajar duramente por un pequeño salario, para animar los corazones de los que luchan con la pobreza, que apenas tienen lo estrictamente necesario para vivir. Los hijos de Dios están llamados a manifestar las alabanzas de Aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable, pues han de ser los representantes de Cristo. Deben procurar siempre enseñar a aquellos con quienes entran en contacto, las verdades más elevadas y santas que las cuestiones de la vida ordinaria. El Señor dice por medio del profeta Ezequiel: “Daré bendición a ellas y a los alrededores de mi collado, y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán” (The Signs of the Times, 3 de febrero, 1890, “God’s Object in Blessing His People”, párr. 5; parcialmente en Reflejemos a Jesús, 11 de julio, p. 198). La obra más grande, el esfuerzo más noble en que el hombre puede empeñarse, es señalar a sus semejantes al Cordero de Dios. Insistamos en la importancia de esta obra con mayor fervor del que hemos manifestado en el pasado. Que los miembros de nuestra iglesia comiencen a trabajar. Que revelen a Cristo en cada pensamiento, palabra y acto. Si lo representan correctamente, recibirán la recompensa de la vida eterna y un hogar en el cielo (The Gospel Herald, 10 de diciembre, 1902, “Christ’s Representatives”, párr. 10). En cada generación Dios envió siervos suyos para reprobar el pecado tanto en el mundo como en la iglesia. Pero los hombres desean que se les digan cosas agradables, y no gustan de la verdad clara y pura. Muchos reformadores, al principiar su obra, resolvieron proceder con gran prudencia al atacar los pecados de la iglesia y de la nación. Esperaban que mediante el ejemplo de una vida cristiana y pura, llevarían de nuevo al pueblo a las doctrinas de la Biblia. Pero el Espíritu de Dios vino sobre ellos como había venido sobre Elías, impeliéndole a censurar los pecados de un rey malvado y de un pueblo apóstata; no pudieron dejar de proclamar las declaraciones terminantes de la Biblia que habían titubeado en presentar. Se vieron forzados a declarar diligentemente la verdad y señalar los peligros que amenazaban a las almas. Sin temer las consecuencias, pronunciaban las palabras que el Señor les ponía en la boca, y el pueblo se veía constreñido a oír la amonestación. Así también será proclamado el mensaje del tercer ángel. Cuando llegue el tiempo de hacerlo con el mayor poder, el Señor obrará por conducto de humildes instrumentos, dirigiendo el espíritu de los que se consagren a su servicio (El conflicto de los siglos, pp. 591, 592).
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