Saturday, May 31 Sobre quienes ha llegado el fin Comentarios Elena G.W https://ift.tt/DPgjSi8 Los que profesan esperar la pronta venida de nuestro Salvador deben tener una fe abrahámica, una fe que se valora porque les ha costado algo, una fe que obra por amor y purifica el alma. El ejemplo de Abraham ha quedado registrado para nosotros, sobre quienes ha llegado el fin del mundo. Debemos creer que Dios habla fervientemente con nosotros y que no se puede jugar con él. Él habla con seriedad y exige de nosotros una fe implícita y una obediencia voluntaria. Entonces hará brillar su luz en torno a nosotros, y seremos todos luz en el Señor (The Signs of the Times, 1o de abril, 1875, “The Faith of Abraham”, párr. 32). Si los santos del Antiguo Testamento debían ser luces brillantes y resplandecientes para el mundo, nosotros estamos obligados a brillar más que ellos, porque tenemos toda la luz que ellos tenían destellando en nuestro camino desde el pasado profético, y la luz adicional que nos ha sobrevenido en la vida de Cristo. Las profecías más completas revelan al verdadero Jehová a aquellos sobre quienes ha llegado el fin del mundo. Dios tiene una luz especial en esta era del mundo, un mensaje especial que dar en la proclamación del mensaje del tercer ángel: los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo (Present Truth, 4 de noviembre, 1886, “Ye are the Light of the World”, párr. 8). Dios invita a su pueblo a profundizar en sus planes y en su ley. Su ley es la transcripción de su carácter. Es inmutable, pues Dios no alterará lo que ha salido de sus labios. Cristo ha declarado que la ley es perfecta; y con David podemos decir: “Tiempo es ya, Señor, de obrar; porque han invalidado tu ley”. Jesucristo ha de ser el centro de influencia. El Espíritu Santo ha de ser la eficacia de todo el que procura hacer el bien. Con todas sus energías, los seres humanos deben cooperar con el gran Centro del amor infinito y del poder infinito. En nuestro mundo hay quienes anhelan una experiencia religiosa más profunda, quienes se lamentan de la escasez del poder del Espíritu Santo en la vida de los que profesan ser seguidores de Cristo. Cuando los hombres vuelvan a su lealtad a Dios, dejarán de pisotear sus claros mandamientos. Exaltarán a Dios. Su palabra será para ellos una luz que brilla en medio de las tinieblas morales. Obedecerán las palabras: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (The Review and Herald, 16 de abril, 1901, “The Warfare Between Good and Evil”, párr. 16, 17).
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