Dios nos Cuida

Cristo intercede por nosotros, 14 de octubre Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Hebreos 8:1-2. https://ift.tt/Kjr76Ts El ojo natural no puede nunca contemplar la gracia y la belleza de Cristo. La iluminación interior, obra del Espíritu Santo, que revela al alma su real impotencia, su condición desesperada, desprovista de la misericordia y el perdón del que cargó con el pecado—de la total suficiencia de Cristo—, es lo único que puede capacitar al hombre para discernir la infinita misericordia, el inconmensurable amor, la benevolencia y la gloria de Jesús. Jamás vino alguien al mundo con un mensaje de gracia, de infinita compasión y de amor inefable como el de nuestro Salvador; y nunca recibió alguien un tratamiento tal de manos del hombre caído. “No sois vuestros;... habéis sido comprados por precio”. Véase 1 Corintios 6:19-20. Somos de Cristo por creación, somos suyos por redención. El es el único ser sin pecado que soportó por nosotros el sufrimiento, la vergonzosa humillación y el rechazo... Por lo tanto, ¿cómo deberían conducirse delante del universo celestial aquellos que han llegado a ser nuevas criaturas en Cristo, salvados por sus méritos? ¿Se quejarán? ¿Se acusarán el uno al otro? ¿No sería mucho más apropiado manifestar un espíritu manso y sumiso? “Aprended de mí—dijo el gran Maestro—, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:29-30. ¿Revelaremos este espíritu en nuestros caracteres? ¿Llevaremos su yugo, sostendremos sus cargas?... Si todos pudieran ver a Cristo delante del trono, esperando sus oraciones, anhelando que le entreguen su voluntad, que cesen en la rebelión y que retornen a su alianza con Dios, orarían al Padre con profundo arrepentimiento, pidiéndole perdón por la transgresión de su ley y por la influencia que ejercieron al hacer que otros la despreciaran. Las confederaciones del ejército del enemigo triunfan por la dilación de ellos. ¿Continuarán aún por más tiempo bajo la condenación de la ley o permanecerán en el bando de Cristo para ayudar con su influencia y experiencia personal a la raza traicionada y rebelde? ¿Llegarán a ser colaboradores con Cristo, quien intercede personalmente en su favor ante el Padre?
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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374