El Cristo Triunfante

La recepción triunfal de Cristo en el cielo, 13 de octubre “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria”. Salmos 24:9. https://ift.tt/mxupC1w Cristo anhelaba que los agobiados, oprimidos y cansados seres humanos acudieran a él para darles la luz, la vida, el gozo y la paz que no habrían de encontrar en ninguna otra parte. Porque precisamente esos seres pecadores eran el objeto de su más profundo interés, piedad y amor. Pero en el momento en que más necesitaba de la simpatía humana, en la hora de su juicio y de su mayor tentación, sus discípulos más promisorios lo abandonaron. Se vio obligado a pisar solo el lagar y no hubo ninguno del pueblo con él. Una atmósfera de apostasía lo rodeaba. Desde cada dirección podía oír el sonido de la burla, de la mofa y la blasfemia. ¿Cuál era la perspectiva de sus discípulos en un mundo que no toleraba al Hijo del Dios vivo? La obra de Cristo finalizó cuando murió en la cruz, clamando a gran voz: “Consumado es”. El camino estaba abierto y el velo se había partido en dos. Ahora los pecadores podían acercarse a Dios sin presentar ofrendas sacrificiales, sin el servicio de un sacerdote. El Señor Jesucristo sería sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. El cielo era su hogar. Había culminado su labor en el terreno de la humillación y su conflicto. Ascendió a los cielos y para siempre está sentado a la diestra de Dios. En la tumba de José se cubrió con el manto de la inmortalidad y más tarde permaneció en el mundo por un tiempo suficiente para poner más allá de toda duda la evidencia de que había regresado de los muertos. El Señor resucitó de los muertos a fin de estar con sus discípulos antes de su ascensión, cuando habría de ser glorificado delante del universo celestial... Todo el cielo esperaba ansioso el regreso del Hijo de Dios de un mundo devastado y desfigurado por la maldición del pecado. El ascendió desde el Monte de los Olivos rodeado por una nube de ángeles que lo escoltaron triunfalmente a la Ciudad de Dios... ¡Qué contraste ofreció la recepción que se le brindó en el cielo con la que se le dio aquí, cuando vino a la tierra!... Ya no había dolor, ni pesar con los que tuviera que encontrarse a cada paso. Ya no había ningún sacerdote buscando atraparlo en alguna palabra o expresión que pudiera ser mal interpretada con el fin ulterior de molestarlo, atormentarlo, insultarlo y burlarse de él... La exaltación de Cristo fue proporcional a su humillación. Sólo podría llegar a ser el Salvador y Redentor, si primero llegaba a ser la Ofrenda sacrificial.—Manuscrito 128, 1897.
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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374