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Hijos e Hijas de Dios


Asemejémonos a Cristo, 27 de noviembre https://ift.tt/3HY8ORm Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan 1:14. La potencia de las naciones y los individuos no reside en las oportunidades y facilidades que aparentan hacerlos invencibles; no se encuentra en su jactanciosa grandeza. Lo único que los puede hacer grandes o fuertes es el poder de Dios. Ellos mismos, por su actitud hacia su propósito, deciden su propio destino. La historia humana relata las realizaciones de los hombres, sus victorias en las batallas y el éxito que obtuvieron en sus planes de alcanzar grandeza mundana. La historia de Dios describe al hombre tal como lo ve el cielo. En los registros divinos se ve que todo su mérito consiste en su obediencia a los requerimientos de Dios... A la luz de la eternidad se verá que Dios trata con los hombres de acuerdo con la importante cuestión de la obediencia o la desobediencia... Los siglos tienen su misión. Cada momento tiene su obra. Cada uno pasa a la eternidad con su carga... Dios aún tiene que ver con los reinos de la tierra. Está en las grandes ciudades. Sus ojos miran, sus pupilas escudriñan las acciones de los hijos de los hombres. No deberíamos decir: “Dios estaba”, sino: “Dios está”. El ve aun al gorrión que cae, la hoja que se desprende del árbol, y al rey destronado. Todos están bajo la dirección del Infinito. Todas las cosas cambian. Las ciudades y las naciones son medidas por la plomada que está en la mano de Dios. Jamás comete un error. Lee correctamente. Todas las cosas terrenas están trastornadas, pero la verdad permanece para siempre. Los que sirven a Dios pueden parecer débiles a los ojos del mundo. Puede parecer que se hunden bajo las olas, pero con la siguiente se los ve levantándose más cerca de su cielo. “Yo les doy vida eterna—dice nuestro Señor—y nadie podrá arrebatarlos de mi mano”.—The Youth’s Instructor, 29 de septiembre de 1903.

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