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Cada Día con Dios


El antídoto de la codicia, 4 de diciembre https://ift.tt/3onHqEt Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del Evangelio que habéis oído. Colosenses 1:23. Sólo la influencia de la gracia de Dios inducirá a los hombres a ocupar su puesto entre los generosos y abnegados. La causa del Señor no debiera ser estorbada de ninguna manera. El mensaje que dice: “Arrepentíos y convertíos” debe ir a todo el mundo. Dios ha derramado generosamente sobre nosotros los tesoros de su sol y su lluvia, para que la vegetación florezca, y espera que cada creyente manifieste una generosidad espontánea para promover el progreso de la causa de la verdad. Necesitamos trabajar como nunca antes para que el Evangelio, que es poder de Dios para salvación, pueda ser proclamado en todo el mundo. Y los que se han convertido a la verdad deben ser los medios para mantener bien abastecida la tesorería, gracias a su abnegación, para que haya alimento en la casa del Señor. Cuando se alberga en el corazón el Espíritu de Dios, se convierte en el más eficaz remedio para la enfermedad de la avaricia. Hablemos acerca de esto; vivámoslo. Revístanse de toda la armadura del Evangelio. Necesitamos más espíritu de oración y más fe. El primer capítulo de la epístola a los Colosenses nos presenta nuestra gran responsabilidad. Pablo dice: “Como lo habéis aprendido de Epafras... quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu... también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. Colosenses 1:7-10. Debemos elevarnos cada vez a mayores alturas espirituales. Debemos dejar de quejarnos y cultivar la gratitud. Debemos trabajar por la salvación de las almas que perecen. Debemos aferrarnos del Poder supremo, y dejar de quejarnos y criticar. Aplastemos estas inclinaciones, y vaciemos el templo del alma de malos pensamientos. No permitamos que ni un solo pensamiento negativo quede allí. Las almas están pereciendo en sus pecados. Trabajamos para gloria de Dios.—Carta 372, del 4 de diciembre de 1903, dirigida al pastor O. A. Olsen y al Dr. D. H. Kress, que en ese entonces estaban trabajando en Australia.

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