
La ley de Dios es un agente en cada conversión genuina. No puede existir verdadero arrepentimiento sin convicción de pecado. Las Escrituras dicen que “el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4), y que “por la ley es el conocimiento del pecado” Romanos 3:20. Para ver su culpa, los pecadores deben someter a prueba su carácter por la gran norma de justicia de Dios. Para descubrir sus defectos, deben mirarse en el espejo de los estatutos divinos. Pero si bien la ley revela sus pecados, no proporciona el remedio. Únicamente el evangelio de Cristo puede ofrecer perdón. Para estar perdonados, los pecadores deben valerse del arrepentimiento hacia Dios, cuya ley ha sido transgredida, y de la fe en Cristo, su sacrificio expiatorio.
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