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Reflejemos a Jesús


Cristo, ejemplo perfecto para niños, jóvenes y adultos, 23 de enero https://ift.tt/3G19YJG Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. Lucas 2:52. El hombre ha caído. La imagen de Dios en él se ha distorsionado. Por la desobediencia sus inclinaciones se han depravado y sus poderes se han debilitado, y es incapaz, aparentemente, de esperar otra cosa que no sea tribulación e ira. Pero Dios, por medio de Cristo, ha provisto una vía de escape y dice a cada uno: “Sed, pues, vosotros perfectos”Mateo 5:48. Dios se propone que el hombre vuelva a ser recto y noble, y El no será frustrado. Envió a su Hijo a este mundo para cargar con la penalidad del pecado y mostrar al hombre cómo vivir una vida sin pecado. Cristo es nuestro ideal. Ha dejado un ejemplo perfecto para la niñez, la juventud y la madurez. Vino a esta tierra y pasó por las diferentes fases de la experiencia humana. En su vida no se halló lugar para el pecado. Desde el comienzo hasta el fin de su vida terrenal conservó incólume su lealtad a Dios. La Palabra dice de El: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”Lucas 2:40. “Crecía en sabiduría y estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. El Salvador no vivió para agradarse... No tuvo un hogar en este mundo, sólo el que le proveyeron la bondad de sus amigos, y sin embargo, estar en su presencia era el cielo. Día tras día afrontó pruebas y tentaciones, pero no cayó ni se desanimó. Siempre era paciente y alegre, y los afligidos lo saludaban como un mensajero de vida y paz y salud. Su vida no tuvo nada que no fuera puro y noble... La promesa de Dios dice: “Seréis santos, porque yo soy santo”. Levítico 11:44. La santidad es el reflejo de la gloria de Dios. Pero para reflejar esta gloria debemos cooperar con Dios. El corazón y la mente deben vaciarse de todo lo que conduce al mal. Debemos leer y estudiar la Palabra de Dios con un sincero deseo de obtener fuerza espiritual. Esta Palabra es el pan del cielo. Los que la reciben y la hacen parte de su vida se fortalecerán con el poder de Dios. El objeto de todo lo que Dios hace por nosotros es nuestra santificación. El nos escogió desde la eternidad para que seamos santos. Cristo declara: “La voluntad de Dios es vuestra santificación”. 1 Tesalonicenses 4:3. ¿Es también la voluntad de ustedes que sus deseos e inclinaciones sean conformados a la voluntad divina?... Vivir la vida del Salvador, vencer cada deseo egoísta, cumplir valerosa y alegremente nuestro deber hacia Dios y los que nos rodean, nos hará más que vencedores, y nos preparará para estar ante el gran trono blanco sin mancha ni arruga, con las ropas lavadas en la sangre del Cordero.—The Signs of the Times, 30 de marzo de 1904.

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