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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/xzXAyFv Cristo debía identificarse con los intereses y las necesidades de la humanidad. El que era uno con Dios se vinculó con los hijos de los hombres mediante lazos que jamás serán quebrantados. Jesús “no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Hebreos 2:11 Es nuestro Sacrificio, nuestro Abogado, nuestro Hermano, que lleva nuestra forma humana delante del trono del Padre, y por las edades eternas será uno con la raza a la cual redimió: es el Hijo del hombre. Y todo esto para que el hombre fuese levantado de la ruina y degradación del pecado, para que reflejase el amor de Dios y compartiese el gozo de la santidad… Tal amor es incomparable. ¡Que podamos ser hijos del Rey celestial! ¡Promesa preciosa! ¡Tema digno de la más profunda meditación! ¡Incomparable amor de Dios para con un mundo que no le amaba! Este pensamiento ejerce un poder subyugador que somete el entendimiento a la voluntad de Dios. Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, mejor vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos las pruebas innumerables de un amor infinito y de una tierna piedad que sobrepuja la ardiente simpatía y los anhelosos sentimientos de la madre para con su hijo extraviado (El camino a Cristo, pp. 14-16). Llamamos a Dios nuestro Padre; aseveramos ser hijos de una misma familia; pero cuando manifestamos la disposición a disminuir el respeto e influencia de otros para elevarnos a nosotros mismos, agradamos al enemigo y agraviamos a Aquel a quien profesamos seguir. La ternura y la misericordia que Cristo ha revelado en su propia vida preciosa, deben ser para nosotros ejemplo de la manera en que debemos tratar a nuestros semejantes y especialmente a los que son nuestros hermanos en Cristo. Dios nos está beneficiando continuamente, pero somos demasiado indiferentes a sus favores. Hemos sido amados con ternura infinita; y sin embargo, muchos de los nuestros tienen poco amor unos hacia otros. Somos demasiado severos para con quienes suponemos que están en error, y somos muy sensibles a la menor censura o duda expresada respecto de nuestra propia conducta… Estamos recibiendo diariamente las bondades del cielo, y debe brotar de nuestro corazón una amante gratitud hacia Dios que nos haga solidarizarnos con nuestros vecinos y hacer nuestros los intereses de ellos. Pensar y meditar en la bondad de Dios hacia nosotros cerraría las puertas del alma a las sugestiones de Satanás (Testimonios para la iglesia, pp. 219, 220). La unión entre Cristo y su pueblo debe ser viva, verdadera e inagotable, asemejándose a la unión que existe entre el Padre y su Hijo. Esta unión es el fruto de la morada del Espíritu Santo. Todos los verdaderos hijos de Dios revelarán al mundo su unión con Cristo y sus hermanos. Aquellos en cuyos corazones mora Cristo, llevarán el fruto del amor fraternal. Comprenderán que como miembros de la familia de Dios están señalados para cultivar, fomentar y perpetuar el amor y la amistad cristianos, en espíritu, palabras y acción (Hijos a hijas de Dios, p. 295).

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