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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/YWNFmM4 Dios confirió un gran honor a Abraham. Los ángeles del cielo anduvieron y hablaron con él como con un amigo. Cuando los juicios de Dios estaban por caer sobre Sodoma, este hecho no le fue ocultado y él se convirtió en intercesor de los pecadores para con Dios. Su entrevista con los ángeles presenta también un hermoso ejemplo de hospitalidad. En un caluroso mediodía estival, el patriarca estaba sentado a la puerta de su tienda, contemplando el tranquilo panorama, cuando vio a lo lejos a tres viajeros que se aproximaban… él se apresuró a acercarse a ellos, y con la mayor cortesía les pidió que le honrasen deteniéndose en su casa para descansar. Con sus propias manos les trajo agua para que se lavasen los pies y se quitasen el polvo del camino. Él mismo escogió los alimentos para los visitantes y mientras descansaban bajo la sombra refrescante, se sirvió la mesa, y él se mantuvo respetuosamente al lado de ellos, mientras participaban de su hospitalidad. Este acto de cortesía fue considerado por Dios de suficiente importancia como para registrarlo en su Palabra; y mil años más tarde, un apóstol inspirado se refirió a él, diciendo: “No olvidéis la hospitalidad, porque por esta algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Hebreos 13:2 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 132, 133). Hay otros muchos para quienes podemos hacer de nuestro hogar una bendición. Nuestras relaciones sociales no deberían ser dirigidas por los dictados de las costumbres del mundo, sino por el Espíritu de Cristo y por la enseñanza de su Palabra. En todas sus fiestas los israelitas admitían al pobre, al extranjero y al levita, el cual era a la vez asistente del sacerdote en el Santuario y maestro de religión y misionero. A todos se les consideraba como huéspedes del pueblo, para compartir la hospitalidad en todas las festividades sociales y religiosas y ser atendidos con cariño en casos de enfermedad o penuria. A personas como ésas debemos dar buena acogida en nuestras casas. ¡Cuánto podría hacer semejante acogida para alegrar y alentar al enfermero misionero o al maestro, a la madre cargada de cuidados y de duro trabajo, o a las personas débiles y ancianas que viven tan a menudo sin familia, luchando con la pobreza y el desaliento! (El ministerio de curación, p. 272). No pensemos que vamos a rebajar nuestra dignidad al atender a los dolientes. No miremos con indiferencia y desprecio a los que han arruinado el templo del alma. Ellos son objeto de la compasión divina. El que creó a todos tiene interés en todos. Aun los que han caído en lo más bajo no están fuera del alcance de su amor y compasión. Si somos verdaderamente sus discípulos, manifestaremos el mismo espíritu. El amor que es inspirado por nuestro amor hacia Jesús verá en cada alma, sea pobre o rica, un valor que no puede ser medido por el cálculo humano. Revele nuestra vida un amor superior a cuanto pueda expresarse en palabras. Con frecuencia, el corazón de los hombres se endurece bajo la reprensión; pero no puede resistir el amor que se les manifiesta en Cristo… Sea nuestro mensaje: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29 (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 281, 282).

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