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Cada Día con Dios


Cristo en nosotros, 28 de mayo https://ift.tt/u5rLJWi El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. 1 Juan 2:9, 10. Anoche soñé que un grupito se reunía para celebrar una reunión religiosa. Vino uno que se sentó en un rincón oscuro para no llamar demasiado la atención. No se respiraba una atmósfera de libertad. El Espíritu del Señor no estaba libre. El anciano de la iglesia formuló algunas declaraciones. Parecía que estaba tratando de herir a alguien. Vi tristeza en el rostro del extranjero. Era evidente que el amor de Jesús no moraba en los corazones de los que pretendían creer la verdad, y se manifestó entonces, como seguro resultado, una ausencia del Espíritu de Cristo y una gran necesidad del amor de Dios y del amor al prójimo tanto en pensamientos como en sentimientos. La reunión no fue un refrigerio espiritual para nadie. Cuando la reunión estaba por terminar, el extranjero se levantó, y con la voz saturada de pesar y con lágrimas, les dijo que padecían de una gran necesidad del amor de Jesús, tanto en el alma como en su propia experiencia, amor que está presente en gran medida en cada corazón donde mora Cristo. Todo corazón renovado por el Espíritu de Dios no sólo amará al Señor sino a su hermano, y si éste se equivoca, si yerra, debe ser tratado de acuerdo con el plan evangélico. Todos los pasos que se den deben seguir las indicaciones de la Palabra de Dios. “Vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Génesis 6:1. Dijo el extranjero: “¿No recuerdan acaso la oración que elevó Cristo justamente antes de dejar a sus discípulos para su larga y angustiosa batalla en el jardín del Getsemaní, antes de su traición, su juicio y su crucifixión?” Véase Juan 17:15-23... Tengan cuidado de cómo tratan la herencia adquirida por la sangre de Cristo. Habrá necesidad de reprobar clara y fielmente toda mala acción, pero el que asuma esa tarea debe estar seguro de que él mismo no está separado de Cristo por sus malas obras. Debe ser espiritual y restaurar a esa persona con espíritu de mansedumbre... El Espíritu y el carácter de Cristo se manifiestan en los escogidos de Dios mediante su conversación celestial, su mansedumbre y su conducta intachable. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.—Manuscrito 32, dario del 28 de mayo de 1887, “Visita a Alemania”.

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