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El Cristo Triunfante


Cristo sabe cómo ayudarnos a vencer, 30 de julio https://ift.tt/hgoJau3 “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás”. Deuteronomio 6:13. No debiéramos elevar nuestras peticiones a Dios con el fin de probar si acaso cumplirá su palabra, sino con la certeza de que la cumplirá; ni para probar que nos ama, sino porque nos ama. “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto... y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares”. Este fue el esfuerzo culminante de Satanás. En él desplegó todo su poder engañador. Fue el atractivo encanto de la serpiente. Desplegó todo su poder de fascinación sobre Cristo impulsándolo a someter su voluntad bajo el dominio de la suya. En su debilidad Cristo se aferró a Dios. La divinidad fulguró a través de la humanidad. Cristo permaneció como el Comandante del cielo y sus palabras fueron las de Uno que tenía toda la autoridad: “Vete, Satanás, porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”. Satanás había puesto en duda que Jesús fuera el Hijo de Dios. En su sumaria despedida tuvo una prueba que no podía contradecir. La divinidad fulguró a través de la humanidad doliente. Satanás no tuvo poder para resistir la orden. Retorciéndose de humillación e ira, se vio obligado a retirarse de la presencia del Redentor del mundo. La victoria de Cristo fue tan completa como lo había sido el fracaso de Adán. Cristo anticipaba los largos años de conflicto que vendrían en el futuro entre los seres humanos y este sutil enemigo. El Señor es el refugio de todos los que, asediados por la tentación, acuden a él. La tentación y la prueba han de venir sobre cada uno de nosotros, pero nunca debemos ser dominados por el enemigo. Nuestro Señor ha vencido en nuestro beneficio. Satanás no es invencible. Día en día él enfrenta a aquellos que padecen prueba, esforzándose por medio de sus artificios para ejercer dominio sobre ellos. Su poder acusador es grande y es en este aspecto que logra vencer. Cristo fue tentado para que nosotros pudiésemos saber cómo ayudar a toda alma que habría luego de padecer la tentación. La tentación no es pecado; el pecado consiste en ceder a la tentación. Para el alma que confía en Jesús la tentación significa victoria y una mayor fortaleza. Cristo está preparado para perdonar a todos los que acuden confesándole sus pecados. Al alma que lucha con sus tribulaciones y pruebas, le dice: “¿Forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Gracias a Dios contamos con un sumo sacerdote que se compadece de nuestras debilidades porque él fue tentado en todo igual que nosotros.—Manuscrito 113, 1902.

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