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Reflejemos a Jesús


La base del perdón, 18 de septiembre https://ift.tt/fjvtplG Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos. Proverbios 15:29. Nosotros mismos debemos todo a la abundante gracia de Dios. La gracia en el pacto ordenó nuestra adopción. La gracia en el Salvador efectuó nuestra redención, nuestra regeneración y nuestra exaltación a ser coherederos con Cristo. Sea revelada esta gracia a otros. No demos al que yerra ocasión de desanimarse. No permitamos que haya una dureza farisaica que haga daño a nuestro hermano. No se levante en la mente o el corazón un amargo desprecio. No se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas una palabra tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha o desconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra necesita un hermano que posea el corazón del Hermano Mayor, lleno de simpatía para tocar su corazón humano. Sienta él el fuerte apretón de una mano de simpatía, y oiga el susurro: oremos. Dios les dará a ambos una rica experiencia. La oración nos une mutuamente y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da al alma desfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al mundo, a la carne y al demonio. La oración aparta los ataques de Satanás. Cuando uno se aparta de las imperfecciones humanas para contemplar a Jesús, se realiza en el carácter una transformación divina. El Espíritu de Cristo, al trabajar en el corazón, lo conforma a su imagen. Entonces sea el esfuerzo de ustedes ensalzar a Jesús. Diríjanse los ojos de la mente al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”Juan 1:29. Y al ocuparse en esta obra, recuerden que “el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”. Santiago 5:20. “Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”Mateo 6:15. Nada puede justificar un espíritu no perdonador. El que no es misericordioso hacia otros, muestra que él mismo no es participante de la gracia perdonadora de Dios. En el perdón de Dios el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amor infinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de él hacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo ha revelado en su propia vida preciosa se verán en los que llegan a ser participantes de su gracia... No somos perdonados porque perdonamos, sino como perdonamos. La base de todo el perdón se encuentra en el amor inmerecido de Dios, pero por nuestra actitud hacia otros mostrarnos si hemos hecho nuestro ese amor.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 195-197.

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