Sabbath School
Comentarios Elena G.W https://ift.tt/tRO8loT Dios quiere que todos los hombres se salven, porque se ha hecho una amplia provisión para pagar el rescate del hombre, mediante su Hijo unigénito. Aquellos que perezcan, perecerán porque rehusarán ser adoptados como hijos de Dios a través de Jesucristo. El orgullo del hombre le impide que acepte la provisión para la salvación. Pero el mérito humano no bastará para admitir un hombre a la presencia de Dios. Lo que hace aceptable a un hombre delante de Dios, es la gracia impartida de Cristo, a través de la fe en su nombre. No se puede colocar ninguna confianza en las obras, ni en los felices vuelos de los sentimientos, como evidencia de que los hombres han sido elegidos por Dios, porque los elegidos lo son a través de Cristo. Jesús dice: “Y al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37. Cuando el pecador arrepentido acude a Cristo, consciente de su culpa y de su indignidad, comprendiendo que merece el castigo, pero confiando en la misericordia y el amor de Cristo, él no lo echará afuera (Nuestra elevada vocación, p. 80). El deseo de glorificar a Dios fue el más poderoso de todos los motivos en la vida de Daniel. Comprendía que cuando estaba en la presencia de hombres influyentes, una 180 falla en reconocer a Dios como el origen de su sabiduría lo hubiera convertido en un mayordomo infiel. Y su constante reconocimiento del Dios del cielo delante de reyes, príncipes y estadistas, no disminuyó su influencia en lo más mínimo. El rey Nabucodonosor, delante de quien Daniel honró con tanta frecuencia el nombre de Dios, finalmente se convirtió plenamente, y aprendió a engrandecer y glorificar “al Rey del cielo”. El rey que ocupaba el trono de Babilonia se convirtió en un testigo de Dios que dio un testimonio cálido y elocuente, que brotaba de un corazón agradecido que estaba participando de la misericordia y la gracia, de la justicia y la paz, de la naturaleza divina (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, pp. 1191, 1192). Mientras se trabaje por los ricos se presentarán muchos motivos de desaliento, se tropezarán con muchas revelaciones angustiosas. Pero todo es posible con Dios. Él puede y quiere obrar mediante agentes humanos e influirá en el espíritu de quienes dedican su vida a ganar dinero. Veránse realizar milagros de conversiones verdaderas, milagros que hoy no se advierten. Los hombres más eminentes de la tierra no son inaccesibles para el poder del Dios que obra maravillas. Si los que colaboran con él cumplen su deber valiente y fielmente, Dios convertirá a personas que desempeñan puestos de responsabilidad, a hombres de inteligencia e influencia. Mediante el poder del Espíritu Santo, muchos serán inducidos a aceptar los principios divinos (El ministerio de curación, pp. 165, 166).
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Comentarios Elena G.W https://ift.tt/tRO8loT Dios quiere que todos los hombres se salven, porque se ha hecho una amplia provisión para pagar el rescate del hombre, mediante su Hijo unigénito. Aquellos que perezcan, perecerán porque rehusarán ser adoptados como hijos de Dios a través de Jesucristo. El orgullo del hombre le impide que acepte la provisión para la salvación. Pero el mérito humano no bastará para admitir un hombre a la presencia de Dios. Lo que hace aceptable a un hombre delante de Dios, es la gracia impartida de Cristo, a través de la fe en su nombre. No se puede colocar ninguna confianza en las obras, ni en los felices vuelos de los sentimientos, como evidencia de que los hombres han sido elegidos por Dios, porque los elegidos lo son a través de Cristo. Jesús dice: “Y al que a mí viene, no le echo fuera”. Juan 6:37. Cuando el pecador arrepentido acude a Cristo, consciente de su culpa y de su indignidad, comprendiendo que merece el castigo, pero confiando en la misericordia y el amor de Cristo, él no lo echará afuera (Nuestra elevada vocación, p. 80). El deseo de glorificar a Dios fue el más poderoso de todos los motivos en la vida de Daniel. Comprendía que cuando estaba en la presencia de hombres influyentes, una 180 falla en reconocer a Dios como el origen de su sabiduría lo hubiera convertido en un mayordomo infiel. Y su constante reconocimiento del Dios del cielo delante de reyes, príncipes y estadistas, no disminuyó su influencia en lo más mínimo. El rey Nabucodonosor, delante de quien Daniel honró con tanta frecuencia el nombre de Dios, finalmente se convirtió plenamente, y aprendió a engrandecer y glorificar “al Rey del cielo”. El rey que ocupaba el trono de Babilonia se convirtió en un testigo de Dios que dio un testimonio cálido y elocuente, que brotaba de un corazón agradecido que estaba participando de la misericordia y la gracia, de la justicia y la paz, de la naturaleza divina (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, pp. 1191, 1192). Mientras se trabaje por los ricos se presentarán muchos motivos de desaliento, se tropezarán con muchas revelaciones angustiosas. Pero todo es posible con Dios. Él puede y quiere obrar mediante agentes humanos e influirá en el espíritu de quienes dedican su vida a ganar dinero. Veránse realizar milagros de conversiones verdaderas, milagros que hoy no se advierten. Los hombres más eminentes de la tierra no son inaccesibles para el poder del Dios que obra maravillas. Si los que colaboran con él cumplen su deber valiente y fielmente, Dios convertirá a personas que desempeñan puestos de responsabilidad, a hombres de inteligencia e influencia. Mediante el poder del Espíritu Santo, muchos serán inducidos a aceptar los principios divinos (El ministerio de curación, pp. 165, 166).
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