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Sólo cuando vivimos obedientes a su Palabra podemos reclamar el cumplimiento de sus promesas. Dice el salmista: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera.” Salmos 66:18. Si sólo le obedecemos parcial y tibiamente, sus promesas no se cumplirán en nosotros.{MC 173.1}
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