A Fin de Conocerle
El agua viva, 18 de enero https://ift.tt/xHF2bCv Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. 1 Corintios 10:4. Cristo combina los dos símbolos. Él es la roca y es el agua viva. Las mismas figuras, bellas y expresivas, se conservan en toda la Biblia. Muchos siglos antes que viniera Cristo, Moisés lo señaló como la roca de la salvación de Israel; el salmista cantó sus loores, y le llamó “roca mía y redentor mío”, “la roca de mi fortaleza”, “peña más alta que yo”, “mi roca y mi fortaleza”, “roca de mi corazón y mi porción”, “la roca de mi confianza”. En los cánticos de David su gracia es presentada como “aguas de reposo”, en “delicados pastos”, hacia los cuales el Pastor divino guía su rebaño. Y también dice: “Tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida”. Y el sabio declara: “Arroyo revertiente” es “la fuente de la sabiduría”. Para Jeremías, Cristo es la “fuente de agua viva”; para Zacarías, un “manantial abierto... para [lavarnos del] pecado y la inmundicia”. Isaías lo describe como “la Roca de la eternidad” como “sombra de gran peñasco en tierra calurosa”. Y al anotar la preciosa promesa evoca el recuerdo del arroyo vivo que fluía para Israel: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé”. “Porque yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra árida”. “Porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad”. Se extiende la invitación “a todos los sedientos: Venid a las aguas”. Y esta invitación se repite en las últimas páginas de la santa Palabra. El río del agua de vida, “resplandeciente como cristal”, emana del trono de Dios y del Cordero; y la misericordiosa invitación repercute a través de los siglos: “El que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 438, 439.
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El agua viva, 18 de enero https://ift.tt/xHF2bCv Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. 1 Corintios 10:4. Cristo combina los dos símbolos. Él es la roca y es el agua viva. Las mismas figuras, bellas y expresivas, se conservan en toda la Biblia. Muchos siglos antes que viniera Cristo, Moisés lo señaló como la roca de la salvación de Israel; el salmista cantó sus loores, y le llamó “roca mía y redentor mío”, “la roca de mi fortaleza”, “peña más alta que yo”, “mi roca y mi fortaleza”, “roca de mi corazón y mi porción”, “la roca de mi confianza”. En los cánticos de David su gracia es presentada como “aguas de reposo”, en “delicados pastos”, hacia los cuales el Pastor divino guía su rebaño. Y también dice: “Tú los abrevarás del torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida”. Y el sabio declara: “Arroyo revertiente” es “la fuente de la sabiduría”. Para Jeremías, Cristo es la “fuente de agua viva”; para Zacarías, un “manantial abierto... para [lavarnos del] pecado y la inmundicia”. Isaías lo describe como “la Roca de la eternidad” como “sombra de gran peñasco en tierra calurosa”. Y al anotar la preciosa promesa evoca el recuerdo del arroyo vivo que fluía para Israel: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé”. “Porque yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra árida”. “Porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad”. Se extiende la invitación “a todos los sedientos: Venid a las aguas”. Y esta invitación se repite en las últimas páginas de la santa Palabra. El río del agua de vida, “resplandeciente como cristal”, emana del trono de Dios y del Cordero; y la misericordiosa invitación repercute a través de los siglos: “El que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 438, 439.
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