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Cada Día con Dios


Cada Día con Dios
Pon aceite en mi lámpara, 30 de marzo https://ift.tt/uI3yKAH No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. Zacarías 4:6. No debemos pensar que porque somos una luz pequeñita, no necesitamos preocuparnos si resplandecemos o no. El gran valor de nuestra luz reside en la persistencia con que resplandece en medio de las tinieblas morales del mundo, y en hacerlo no para complacernos y glorificarnos a nosotros mismos, sino para honrar a Dios con todo lo que tenemos. Si estamos sirviendo a Dios, y nuestra obra corresponde con las capacidades que Dios nos ha dado, eso es todo lo que él espera de nosotros... Sabemos que las lámparas que nos alumbran no tienen luz propia. No se pueden llenar por su propia cuenta. Por eso los santos enviados por Dios deben vaciar el dorado aceite en los tubos de oro. Y cuando se les aplica el fuego celestial, comienzan a arder y a resplandecer. Nuestros corazones no pueden dar luz mientras no estén vitalmente conectados con el cielo. Sólo eso los puede hacer arder constantemente con un amor santo y abnegado por Jesús, y por todos aquellos que han sido adquiridos por su sangre, y a menos que estemos recibiendo constantemente el dorado aceite, la llama se extinguirá. A menos que el amor de Dios sea un principio permanente en nuestros corazones, nuestra luz desaparecerá... Satanás y sus ángeles confederados señalan a los que profesan ser hijos de Dios, pero que debido a su disposición y a sus actos ponen de manifiesto que son semejantes a los apóstatas, y se burlan de Cristo. ¿Hasta cuándo crucificaremos de nuevo al Hijo de Dios, de manera que Dios se avergüence de llamarnos hijos? ¿No ha llegado acaso el tiempo de que dejemos a un lado las puerilidades?... El dorado aceite que los mensajeros celestiales vacían en los tubos de oro para llevarlos a la fuente de oro, es lo que produce una luz permanente, brillante y resplandeciente. El amor de Dios, comunicado continuamente al instrumento humano, hace de él una luz brillante y resplandeciente para el Señor. Entonces puede comunicar luz y verdad a todos los que están en las tinieblas del error y el pecado. El dorado aceite no es producto de la habilidad humana. Es el poder invisible de los mensajeros celestiales que están frente al trono de Dios, para ponerse en comunicación con todos los que están en tinieblas a fin de que puedan esparcir la luz del cielo. Este aceite dorado, símbolo del amor, fluye libremente en los corazones de los que están unidos a Dios por la fe.—Manuscrito 27, del 30 de marzo de 1897, “La iglesia es el depósito de la verdad”.
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