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Cada Día con Dios


Cada Día con Dios
Nuestro magnánimo señor, 2 de junio Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24. https://ift.tt/Xh02RUf Está claramente escrito en el corazón irregenerado y en el mundo caído: “Todos procuran lo suyo propio”. El egoísmo es la gran ley de nuestra naturaleza degenerada. El egoísmo ocupa en el alma el lugar donde Cristo debería estar entronizado. Pero el Señor requiere perfecta obediencia; y si verdaderamente deseamos servirle, no habrá dudas en nuestra mente acerca de si vamos a obedecer sus requerimientos o si vamos a dedicarnos a nuestros intereses temporales. El Señor de gloria no consultó su conveniencia o su placer cuando dejó su alto puesto de comando para convertirse en varón de dolores experimentado en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al hombre de las consecuencias de su desobediencia. Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados. Debemos eliminar el error de nuestros caminos, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo, subyugar el yo y obedecer a Dios a cualquier costo. Los que profesan servir a Dios, pero en realidad sirven a las riquezas, recibirán su castigo. No se justificará a nadie que desobedezca para lograr ganancias mundanales. Si Dios tuviera que excusar a uno, tendría que excusar a todos. Los que desprecian las expresas instrucciones de Dios para lograr ventajas personales, están acumulando ayes para el futuro de sus vidas. Cristo dijo: “¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Marcos 11:17. El pueblo de Dios debería investigar cuidadosamente si no ha hecho un mercado de la casa de Dios, como los judíos de antaño. Muchos han caído en el pecado de sacrificar su religión por causa de las ganancias mundanales, conservando una forma de piedad, pero con la mente puesta por completo en el logro de ventajas temporales. Pero la ley de Dios debe ser considerada prioridad absoluta, y debe ser obedecida tanto en el espíritu como en la letra. Jesús, nuestro gran ejemplo, nos enseñó la estricta obediencia mediante su vida y su muerte. Murió, el justo por el injusto, el inocente por el culpable, para preservar el honor de la ley de Dios, y al mismo tiempo impedir que el hombre pereciera totalmente... Dios no le ha quitado nada al hombre de lo que puede promover su felicidad y asegurarle las riquezas eternas. Ha revestido de belleza la tierra, y la ha provisto de todo lo necesario para el bienestar del hombre durante su vida temporal (Sings of the Times, del 2 de junio de 1887).
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