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Nuestra Elevada Vocacion


Nuestra Elevada Vocacion
Un banco que nunca falla, 8 de julio Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan; porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Mateo 6:20, 21. https://ift.tt/zeo0SPx En estos versículos se contrasta el valor de las riquezas eternas con los tesoros terrenales. Si el propósito y el blanco de vuestra vida es hacer tesoros en el cielo, seréis enaltecidos por encima de las influencias bajas, sórdidas y desmoralizadoras, y de un deseo incontrolado de obtener riquezas en esta vida. El hacer tesoros en el cielo proporcionará nobleza al carácter; fortalecerá la benevolencia y estimulará la misericordia; cultivará la simpatía, la bondad fraternal y la caridad. Unirá el alma del hombre con Cristo con eslabones que nunca podrán romperse. Podéis haceros tesoros en el cielo, siendo ricos en buenas obras—ricos en las cosas imperecederas y espirituales. La instrucción es: “Haceos tesoros en los cielos”. Nos aseguramos las riquezas de los cielos para nuestro propio interés. Dios no se beneficia con nuestra dadivosidad. El ganado que pace en mil colinas, le pertenece. “De Jehová es la tierra y su plenitud”. Salmos 24:1. Pero al usar de los dones que él nos ha confiado para la salvación de las almas, transferimos nuestra riqueza a la tesorería del cielo. Cuando buscamos la gloria de Dios y apresuramos el día de Dios, somos colaboradores con Cristo, y nuestro gozo no es una emoción inferior y pasajera, sino que es el gozo de nuestro Señor. Nos elevamos por encima de los corrosivos y perturbadores cuidados de este mundo frágil e inconstante. Mientras permanecemos en este mundo, estamos sujetos a las pérdidas y los disgustos. Los ladrones minan y hurtan; la polilla y la herrumbre, corrompen; el fuego y las tormentas barren nuestras posesiones. ... Cuántos han dedicado la vida y el alma a adquirir riquezas, pero no fueron ricos con Dios; y cuando la adversidad les sobrevino, y sus posesiones fueron barridas, se encontraron con que no tenían nada depositado en el cielo. Lo habían perdido todo—tanto las riquezas terrenales, como las eternas. ... Todas las cosas que están en la tierra pueden ser barridas en un solo instante, pero ninguna cosa puede alterar el tesoro que ha sido depositado en el cielo.—The Review and Herald, 18 de septiembre de 1888.
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