A Fin de Conocerle
El claro manantial de la alabanza, 24 de septiembre Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche. Salmos 92:1, 2. https://ift.tt/slLRoQB Cuando apreciamos la verdad, ... tenemos un sentido de la gran misericordia y benevolencia de Dios. Mientras repasamos, no los capítulos oscuros de nuestra vida, para quejarnos, sino las manifestaciones de su gran misericordia, amor infalible y poder, manifestados en nuestra liberación, alabaremos mucho más antes que quejarnos. Hablaremos del amante cuidado de Dios, del Pastor verdadero, tierno y compasivo de su rebaño, que nadie podrá arrebatar de su mano, como él ha declarado. El lenguaje del corazón no será egoísta ni descontento, sino que manifestará alabanzas, como claros manantiales. El Señor tiene abundantes recursos. No le faltan medios. Las negras sombras nos rodean a causa de nuestra falta de fe, nuestra mundanalidad, nuestra conversación vulgar, nuestra incredulidad. ... Nuestra visión miope ve las sombras pero no puede ver la gloria que se extiende más allá de ellas. El templo de Dios está abierto en el cielo, y su umbral está inundado por la gloria destinada para cada iglesia que ama a Dios y guarda sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar. Entonces tendremos visión espiritual para discernir las cortes interiores del templo celestial. Captaremos los temas de los cantos y las acciones de gracias del coro celestial que rodea el trono. Cuando Sion se levante y brille, su luz será más penetrante, y preciosos cantos de alabanza y agradecimiento se escucharán en las reuniones de los santos. Dejarán de escucharse las murmuraciones, las quejas y los lamentos por pequeños chascos y dificultades. Al aplicarnos el colirio celestial contemplaremos la gloria que se extiende más allá. La fe irrumpirá en la sombra infernal de Satanás, y veremos a nuestro Abogado que ofrece el incienso de sus propios méritos en nuestro favor. Alabemos a Dios aquí en la tierra.—Carta 138, 1897.
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