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El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
Nuestro lugar en la historia lo determina nuestro carácter, 19 de septiembre “Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. Juan 11:50. https://ift.tt/NcW1VDw Con Caifás terminó el sumo sacerdocio judío. Orgulloso y altivo, demostró que por su indignidad nunca debería haber llevado las vestiduras del sumo sacerdote. No tenía ni la capacidad, ni la autoridad del cielo para realizar esta labor... Caifás era sumo sacerdote sólo en apariencias. Llevaba los vestidos sacerdotales, pero no tenía una relación vital con Dios... La parodia de juicio a que sometieron a Cristo demuestra cuán bajo había caído el sacerdocio. Los sacerdotes sobornaron a ciertas personas para que ofrecieran falso testimonio bajo juramento. Pero, en esta ocasión, la verdad acudió en ayuda de Cristo... Y así se demostró que el testimonio que se sostenía contra él era falso y que los testigos habían sido sobornados por hombres que abrigaban en sus corazones la bajeza de la corrupción. Pero fue el plan de Dios que aquellos hombres que entregaron a Jesús, también escuchasen el testimonio de su inocencia. Pilato dijo: “Yo no hallo en él ningún delito”. Y Judas, al arrojar a los pies de los sacerdotes las monedas con que le habían pagado su traición, dijo: “He pecado entregando sangre inocente”. Poco antes, cuando el Sanedrín fue convocado para trazar planes de acechar a Cristo y condenarlo a la pena capital, Caifás había dicho: ¿No ven que todo el mundo lo sigue? Se escucharon, entonces, algunas voces de ciertos miembros del concilio que, alegando contra ellos, solicitaban que se analizara esta especie de pasión y odio en contra de Jesús. Intentaban poner a salvo al Señor de una posible pena de muerte. Pero, en respuesta a este sector, Caifás, dijo: “Vosotros no sabéis nada; ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. Estas expresiones fueron emitidas por una persona que no comprendió su dimensión e importancia... Él [Caifás] estaba condenando a muerte a Uno que pondría fin a la necesidad de todos los tipos y sombras y esa muerte era la que estaba prefigurada en cada sacrificio que se realizaba. Pero las palabras del sumo sacerdote significaban más que lo que él o quienes estaban con él sabían. Con estas palabras se ofreció un claro testimonio de que había llegado el tiempo en que el sacerdocio aarónico habría de cesar para siempre... Caifás era uno que estaba en el desempeño de su función cuando los tipos y las sombras encontraron su realidad; cuando el verdadero Sumo Sacerdote habría de entrar en funciones... Personas con todo tipo de caracteres, justas e injustas, asumirán sus posiciones. Y con los caracteres que hayan forjado, desempeñarán su papel en el cumplimiento de la historia.—Manuscrito 101, 1807.
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