A Fin de Conocerle
Privilegios de los obedientes, 17 de octubre Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Juan 15:14. https://ift.tt/YwBtLX4 Los que viven en estrecho compañerismo con Cristo serán promovidos por él a posiciones de confianza. El siervo que hace lo mejor que puede por su Amo, es admitido en la familia de Aquel cuyas órdenes obedece con agrado. En el fiel cumplimiento del deber podemos llegar a ser uno con Cristo, porque los que obedecen los mandamientos de Dios pueden hablarle libremente. El que habla más familiarmente con su Guía divino tiene la concepción más exaltada de su grandeza, y es el más obediente a sus mandamientos. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. ... Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Juan 15:7-15. El carácter del que viene con fe a Dios dará testimonio de que el Salvador ha entrado en su vida, dirigiendo todo, penetrándolo todo. Tal persona pregunta continuamente: “¿Es ésta tu voluntad, mi Salvador?” Mira constantemente a Jesús, el Autor y Consumador de su fe. Consulta la voluntad de su Amigo divino en todas sus acciones, porque sabe que en esa confianza está su fortaleza. Ha convertido en un hábito el elevar su corazón a Dios en cada dificultad e incertidumbre. El que acepta a Dios como a su Soberano debe jurarle fidelidad. Debe colocarse el uniforme cristiano, y desplegar la bandera que muestra a qué ejército pertenece. Debe dar testimonio público de su lealtad a Cristo. La ocultación es imposible. La impronta de Cristo debe aparecer en la vida en forma de obras santificadas. “Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos. ... Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos”. Levítico 20:24-26.—Manuscrito 96, 1900.
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