Sabbath School
Wednesday, October 30 La revelación de Jesús Comentarios Elena G.W https://ift.tt/xNCME90 Jesús había empezado a derribar el muro de separación existente entre judíos y gentiles, y a predicar la salvación al mundo. Aunque era judío, trataba libremente con los samaritanos, y anulaba así las costumbres farisaicas de su nación. Frente a sus prejuicios, aceptaba la hospitalidad de este pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía en sus mesas —participando de los alimentos preparados y servidos por sus manos— enseñaba en sus calles, y lo trataba con la mayor bondad y cortesía (El Deseado de todas las gentes, p. 164). La estada de Jesús en Samaria estaba destinada a ser una bendición para sus discípulos, que estaban todavía bajo la influencia del fanatismo judío. Creían que la lealtad a su propia nación requería de ellos que albergasen enemistad hacia los samaritanos. Les admiraba la conducta de Jesús. No podían negarse a seguir su ejemplo, y durante los dos días que pasaron en Samaria, la fidelidad a él dominó sus prejuicios; pero en su corazón no se conformaban. Tardaron mucho en aprender que su desprecio y odio debían ser reemplazados por la piedad y la simpatía. Pero después de la ascensión del Señor, recordaron sus lecciones con nuevo significado. Después del derramamiento del Espíritu Santo, recordaron la mirada del Salvador, sus palabras, el respeto y la ternura de su conducta hacia estos extraños despreciados. Cuando Pedro fue a predicar en Samaria, manifestó el mismo espíritu en su obra. Cuando Juan fue llamado a Éfeso y Esmirna, recordó el incidente de Siquem, y se llenó de gratitud hacia el divino Maestro, quien, previendo las dificultades que deberían arrostrar, les había ayudado por su propio ejemplo (El Deseado de todas las gentes, pp. 164, 165). Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó enseguida la luz a sus compatriotas. Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida (El Deseado de todas las gentes, p. 166).
¡Visita Sabbath School!
Wednesday, October 30 La revelación de Jesús Comentarios Elena G.W https://ift.tt/xNCME90 Jesús había empezado a derribar el muro de separación existente entre judíos y gentiles, y a predicar la salvación al mundo. Aunque era judío, trataba libremente con los samaritanos, y anulaba así las costumbres farisaicas de su nación. Frente a sus prejuicios, aceptaba la hospitalidad de este pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía en sus mesas —participando de los alimentos preparados y servidos por sus manos— enseñaba en sus calles, y lo trataba con la mayor bondad y cortesía (El Deseado de todas las gentes, p. 164). La estada de Jesús en Samaria estaba destinada a ser una bendición para sus discípulos, que estaban todavía bajo la influencia del fanatismo judío. Creían que la lealtad a su propia nación requería de ellos que albergasen enemistad hacia los samaritanos. Les admiraba la conducta de Jesús. No podían negarse a seguir su ejemplo, y durante los dos días que pasaron en Samaria, la fidelidad a él dominó sus prejuicios; pero en su corazón no se conformaban. Tardaron mucho en aprender que su desprecio y odio debían ser reemplazados por la piedad y la simpatía. Pero después de la ascensión del Señor, recordaron sus lecciones con nuevo significado. Después del derramamiento del Espíritu Santo, recordaron la mirada del Salvador, sus palabras, el respeto y la ternura de su conducta hacia estos extraños despreciados. Cuando Pedro fue a predicar en Samaria, manifestó el mismo espíritu en su obra. Cuando Juan fue llamado a Éfeso y Esmirna, recordó el incidente de Siquem, y se llenó de gratitud hacia el divino Maestro, quien, previendo las dificultades que deberían arrostrar, les había ayudado por su propio ejemplo (El Deseado de todas las gentes, pp. 164, 165). Tan pronto como halló al Salvador, la mujer samaritana trajo otros a él. Demostró ser una misionera más eficaz que los propios discípulos. Ellos no vieron en Samaria indicios de que era un campo alentador. Tenían sus pensamientos fijos en una gran obra futura, y no vieron que en derredor de sí había una mies que segar. Pero por medio de la mujer a quien ellos despreciaron, toda una ciudad llegó a oír del Salvador. Ella llevó enseguida la luz a sus compatriotas. Esta mujer representa la obra de una fe práctica en Cristo. Cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero. El que bebe del agua viva, llega a ser una fuente de vida. El que recibe llega a ser un dador. La gracia de Cristo en el alma es como un manantial en el desierto, cuyas aguas surgen para refrescar a todos, y da a quienes están por perecer avidez de beber el agua de la vida (El Deseado de todas las gentes, p. 166).
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