A Fin de Conocerle
Calculad el costo, 11 de noviembre Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida, por causa de mí y del Evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Marcos 8:35-37. https://ift.tt/JwWZAUI El Señor Jesús eleva su voz para romper el hechizo de la infatuación que obra sobre las mentes humanas, y formula esta importante pregunta: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. La enfermedad y la muerte campean en el mundo, y cuán poco sabemos acerca del momento cuando terminará nuestro tiempo de gracia. ... Cuántas personas, si fueran llamadas en este momento a rendir cuentas, lo harían con pesar, remordimiento y aflicción, porque el tiempo de gracia que Dios les había dado lo emplearon abundantemente en complacer al yo. Los intereses eternos del alma han sido descuidados temerariamente para realizar cosas sin importancia. La mente se mantiene ocupada, tal como Satanás se propone que esté, con intereses egoístas, mientras el tiempo se desliza hacia la eternidad sin que se realice ninguna preparación para el cielo. ¿Qué puede compararse con la pérdida del alma humana? Es algo que cada uno debe decidir por su cuenta: si ganar los tesoros de la vida eterna o perderlo todo a causa de su descuido de hacer que Dios y su justicia ocupen el primer lugar en su vida. Jesús, el Redentor del mundo, que dio su vida preciosa para que cada hijo e hija de Adán pudieran vivir, vivir eternamente en el reino de Dios, observa con pesar al gran número de cristianos profesos que no le sirven a él sino a sí mismos. Difícilmente piensen en las realidades eternas, a pesar de que él les llama la atención a la preciosa recompensa que aguarda a los fieles que quieran servirle con sus afectos indivisos. Les muestra las realidades eternas. Les ruega que calculen el costo de ser un seguidor obediente y fiel de Cristo, y dice: “No podéis servir a Dios y a las riquezas”. Mateo 6:24.—Manuscrito 45, 1890.
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