Dios nos Cuida


Dios nos Cuida
Iluminado hasta el pleno resplandor, 11 de noviembre Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida. Oseas 6:3. https://ift.tt/IxVomUZ Estamos viviendo en medio de los peligros de los últimos días y debemos limpiarnos de toda impureza y vestirnos con el manto de la justicia de Cristo. La obra de Dios debe llevarse adelante con constancia. Hemos de poner nuestro cuerpo, alma y espíritu en sujeción a Cristo. A menos que hagamos esto, estará en peligro la salud tanto del cuerpo como del alma. Dios desea que cada día sus obreros comprendan cómo razonar lógicamente de causa a efecto, llegando a conclusiones sabias y seguras. Desea que ellos fortalezcan la memoria. No podemos permitirnos cometer errores. Hemos de sentarnos como niñitos a los pies de Cristo, aprendiendo de él cómo trabajar exitosamente. Hemos de pedir a Dios juicio sano y luz para impartir a otros... La educación más elevada consistirá en adiestrar la mente para avanzar día a día. La finalización de cada día debería hallarnos una jornada más cerca del galardón del vencedor. Nuestro entendimiento ha de madurar día tras día. Día tras día hemos de llegar a conclusiones que producirán una rica recompensa en esta vida y en la vida venidera. Al contemplar diariamente a Jesús, en vez de mirar lo que nosotros mismos hemos realizado, haremos decididos progresos en el conocimiento tanto temporal como espiritual. El fin de todas las cosas está a las puertas. No debemos permitir que lo que hemos realizado ponga el punto final a nuestro trabajo. El Capitán de nuestra salvación dice: Avancen. “La noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4. Hemos de crecer constantemente en utilidad. Nuestras vidas han de estar siempre bajo el poder de Cristo. Hemos de mantener nuestras lámparas alumbrando brillantemente. La oración es la herramienta del éxito establecida por el cielo. Exhortaciones, peticiones y ruegos entre hombre y hombre, mueven a los hombres y desempeñan una parte en el control de los asuntos de las naciones. Pero la oración mueve al cielo. Sólo ese poder que viene en respuesta a la oración hará a los hombres sabios en la sabiduría del cielo y los capacitará para trabajar en la unidad del Espíritu, unidos por el vínculo de la paz. La oración, la fe y la confianza en Dios ponen en juego un poder divino que coloca las maquinaciones humanas en su verdadero valor: cero.
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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374