Exaltad a Jesús
La norma del carácter en el juicio, 24 de noviembre Todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Romanos 2:12-13. https://ift.tt/drviqwu Los que habían aceptado la luz referente a la mediación de Cristo y a la perpetuidad de la ley de Dios, encontraron que éstas eran las verdades presentadas en el capítulo 14 del Apocalipsis. Los mensajes de este capítulo constituyen una triple amonestación, que debe servir para preparar a los habitantes de la tierra para la segunda venida del Señor. La declaración: “Ha llegado la hora de su juicio”, indica la obra final de la actuación de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que debe seguir siendo proclamada hasta el fin de la intercesión del Salvador y su regreso a la tierra para llevar a su pueblo consigo. La obra del juicio que empezó en 1844 debe proseguirse hasta que sean falladas las causas de todos los hombres, tanto las de los vivos como las de los muertos; de aquí que deba extenderse hasta el fin del tiempo de gracia concedido a la humanidad. Y para que los hombres estén debidamente preparados para subsistir en el juicio, el mensaje les manda: “Temed a Dios, y dadle gloria”, “y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. El resultado de la aceptación de estos mensajes está indicado en las palabras: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Para subsistir ante el juicio el hombre tiene que guardar la ley de Dios. Esta ley será la piedra de toque en el juicio. El apóstol Pablo declara: “Cuantos han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados;... en el día en que juzgará Dios las obras más ocultas de los hombres... por medio de Jesucristo”. Y dice que “los que cumplen la ley serán justificados”. Romanos 2:12-16. La fe es esencial para guardar la ley de Dios; pues “sin fe es imposible agradarle”. Y “todo lo que no es de fe, es pecado”. Hebreos 11:6; Romanos 14:23. El primer ángel exhorta a los hombres a que teman al Señor y le den honra y a que le adoren como Creador del cielo y de la tierra. Para poder hacerlo, deben obedecer su ley. El sabio dice: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano”. Eclesiastés 12:13. Sin obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios. “Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos”. “El que aparte sus oídos para no escuchar la ley, verá que su oración misma es cosa abominable”. 1 Juan 5:3; Proverbios 28:9.—el Conflicto de los Siglos, 488-489. Para cada uno de nosotros la pregunta de más profundo interés debería ser: ¿Cumplo yo con los requerimientos de la ley de Dios?... Únicamente mediante el examen más minucioso del yo a la luz de la Palabra de Dios podemos descubrir nuestras desviaciones de su santa norma del bien... En [Cristo] podemos encontrar el perdón de nuestros fracasos pasados, y en su fuerza podemos crecer hasta llegar a ser hombres y mujeres perfectos en Jesucristo.—The Youth’s Instructor, 10 de junio de 1897.
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La norma del carácter en el juicio, 24 de noviembre Todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Romanos 2:12-13. https://ift.tt/drviqwu Los que habían aceptado la luz referente a la mediación de Cristo y a la perpetuidad de la ley de Dios, encontraron que éstas eran las verdades presentadas en el capítulo 14 del Apocalipsis. Los mensajes de este capítulo constituyen una triple amonestación, que debe servir para preparar a los habitantes de la tierra para la segunda venida del Señor. La declaración: “Ha llegado la hora de su juicio”, indica la obra final de la actuación de Cristo para la salvación de los hombres. Proclama una verdad que debe seguir siendo proclamada hasta el fin de la intercesión del Salvador y su regreso a la tierra para llevar a su pueblo consigo. La obra del juicio que empezó en 1844 debe proseguirse hasta que sean falladas las causas de todos los hombres, tanto las de los vivos como las de los muertos; de aquí que deba extenderse hasta el fin del tiempo de gracia concedido a la humanidad. Y para que los hombres estén debidamente preparados para subsistir en el juicio, el mensaje les manda: “Temed a Dios, y dadle gloria”, “y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. El resultado de la aceptación de estos mensajes está indicado en las palabras: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Para subsistir ante el juicio el hombre tiene que guardar la ley de Dios. Esta ley será la piedra de toque en el juicio. El apóstol Pablo declara: “Cuantos han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados;... en el día en que juzgará Dios las obras más ocultas de los hombres... por medio de Jesucristo”. Y dice que “los que cumplen la ley serán justificados”. Romanos 2:12-16. La fe es esencial para guardar la ley de Dios; pues “sin fe es imposible agradarle”. Y “todo lo que no es de fe, es pecado”. Hebreos 11:6; Romanos 14:23. El primer ángel exhorta a los hombres a que teman al Señor y le den honra y a que le adoren como Creador del cielo y de la tierra. Para poder hacerlo, deben obedecer su ley. El sabio dice: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano”. Eclesiastés 12:13. Sin obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede agradar a Dios. “Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos”. “El que aparte sus oídos para no escuchar la ley, verá que su oración misma es cosa abominable”. 1 Juan 5:3; Proverbios 28:9.—el Conflicto de los Siglos, 488-489. Para cada uno de nosotros la pregunta de más profundo interés debería ser: ¿Cumplo yo con los requerimientos de la ley de Dios?... Únicamente mediante el examen más minucioso del yo a la luz de la Palabra de Dios podemos descubrir nuestras desviaciones de su santa norma del bien... En [Cristo] podemos encontrar el perdón de nuestros fracasos pasados, y en su fuerza podemos crecer hasta llegar a ser hombres y mujeres perfectos en Jesucristo.—The Youth’s Instructor, 10 de junio de 1897.
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