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Reflejemos a Jesús


Reflejemos a Jesús
Salomón aprende lecciones del sufrimiento, 17 de noviembre Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir... Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo. 1 Reyes 3:7, 9. https://ift.tt/9eQqvDV En los primeros años de la vida de Salomón faltó la disciplina de los primeros años de la vida de David. En cuanto a condiciones, carácter y vida, parecía más favorecido que todos los demás. Noble en juventud y en virilidad, amado por su Dios, Salomón se inició en un reinado que prometía gran prosperidad y honor. Las naciones se maravillaban del conocimiento y la perspicacia del hombre a quien Dios había dado sabiduría. Pero el orgullo de la prosperidad lo separó de Dios. Salomón se apartó del gozo de la comunión divina para buscar satisfacción en los placeres de los sentidos. El mismo escribió: “Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines... Compré siervos y siervas... Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén... No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo... Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol. Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho... “Aborrecí, por tanto, la vida... Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol”. Eclesiastés 2:4-12, 17, 18. Por medio de su amarga experiencia, Salomón conoció la vanidad de una vida que busca su mayor bien en las cosas terrenales... En sus últimos años, Salomón se apartó, cansado y sediento, de las resquebrajadas cisternas de la tierra, y volvió a beber de la fuente de la vida. Impulsado por el espíritu de la inspiración, escribió para las generaciones posteriores la historia de sus años malgastados, con sus lecciones de advertencia, y así, aunque su pueblo cosechó el mal que él había sembrado, la obra de la vida de Salomón no se perdió totalmente. Al fin, la disciplina del sufrimiento llevó a cabo en él su obra. Pero con semejante alborear, ¡cuán glorioso hubiera podido ser el día de su vida si Salomón hubiese aprendido en su juventud la lección que el sufrimiento había enseñado a otras vidas!—La Educación, 152-154.
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