El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
El pueblo de Dios no se puede esconder, 11 de diciembre “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. Mateo 5:14. https://ift.tt/pL2JzSd Daniel era un estadista en Babilonia... Por su servicio fiel enseñó a los babilonios que su Dios era un Dios viviente, no una imagen como las que ellos acostumbraban adorar. Era el plan de Dios demostrarles a los babilonios que había un Rey que estaba por encima del rey de Babilonia y que era el Dios al cual adoraban los jóvenes hebreos. Estos jóvenes enaltecieron a Dios. Sabían que debían practicar los principios de verdad, por consiguiente, rehusaron la carne de la vianda real y el vino de la bodega del palacio. La abstinencia, por parte de estos jóvenes, de la dieta común, estableció una distinción entre la apariencia de ellos y la de los otros mancebos que optaron por ser indulgentes en sus apetitos. Muchos hicieron comentarios, pero estos jóvenes fueron fieles aún en las cosas pequeñas. Y la apariencia física de ellos resultó mucho mejor que la de los otros que se sentaban a la mesa del monarca. La dieta sencilla mantenía sus mentes despejadas. Estaban mejor preparados en sus estudios, pues nunca experimentaron la pesadez producida por las viandas lujosas. Se encontraban en mejores condiciones físicas para realizar su labor, pues nunca enfermaban. Con sus mentes claras podían pensar y trabajar vigorosamente. Por medio de la obediencia a Dios estaban cumpliendo esas tareas que promoverían la fortaleza del pensamiento y la buena memoria. Dios ordenó a Daniel y a sus compañeros que se relacionaran con los grandes hombres de Babilonia para que así conocieran la religión de los hebreos y se diera a conocer que Dios reina por sobre todos los reinos... Así es como el Señor quiere que los adventistas del séptimo día testifiquen de él. No debieran esconderse del mundo. Deben estar en el mundo, pero no ser del mundo. Deben diferenciarse del mundo en cada actividad que emprendan. Deben manifestar la pureza de sus caracteres, para que el mundo vea que la verdad en la que escrupulosamente creen, los hace honestos en sus relaciones y negocios; se percibirá así que quien cree a la verdad se santifica por ella, que la verdad aceptada y obedecida hace al receptor un hijo o hija de Dios, un hijo del Rey celestial, un miembro de la familia real, una persona fiel, íntegra, honesta y recta, ya sea en las cosas pequeñas de la vida como en las de gran importancia... Todo lo que sea digno de hacer, ha de hacerse. Seamos fieles en las cosas pequeñas, así como en las tareas que requieren mayores sacrificios. A todos los que siguen el ejemplo de Daniel, no sólo profesando la verdad, sino practicándola en plena armonía con los principios de la temperancia, el Señor les dará un galardón semejante al que le dio a Daniel.—Manuscrito 47, 1898.
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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374