Sunday, May 04 ¿Sacrificios inútiles? Comentarios Elena G.W https://ift.tt/F5WScb2 El Señor no ignoraba los sentimientos de resentimiento abrigados por Caín; pero quería que Caín reflexionara sobre su conducta y, convencido de su pecado, se arrepintiera y pusiera los pies en el camino de la obediencia. No había ninguna causa para sus sentimientos de ira hacia su hermano o hacia su Dios; fue su propio desprecio de la voluntad de Dios, claramente expresada, lo que había llevado al rechazo de su ofrenda. A través de su ángel mensajero, Dios dijo a este hombre rebelde y obstinado: “Si haces bien, ¿no serás aceptado? y si no haces bien, el pecado está a la puerta”. “Si haces bien”, no te sales con la tuya, sino que obedeces los mandamientos de Dios, te acercas a él con la sangre de la víctima inmolada, mostrando así tu fe en el Redentor prometido, que, en la plenitud de los tiempos, haría expiación por el hombre culpable, para que no perezca, sino que tenga vida eterna… Así, el asunto quedó claramente expuesto ante Caín; pero su combatividad se despertó porque se cuestionó su proceder, y no se le permitió seguir sus propias ideas independientes. Estaba enojado con Dios y enojado con su hermano. Estaba enojado con Dios porque no aceptaba los planes del hombre pecador en lugar de los requisitos divinos, y estaba enojado con su hermano por no estar de acuerdo con él (The Signs of the Times, 16 de diciembre, 1886, “Cain and Abel Tested”, párr. 8, 10). Se puede aprender una lección importante de la historia de las ofrendas de Caín y Abel. Las demandas de la justicia infinita y las exigencias de la ley de Dios solo pueden satisfacerse mediante el sacrificio expiatorio de Cristo. La ofrenda más costosa que el hombre puede traer a Dios, el fruto de su trabajo, sus adquisiciones físicas e intelectuales, ya pertenecen a su Creador. El hombre no tiene nada que no haya recibido. Ni la riqueza material ni la grandeza intelectual expiarán el pecado del alma. Caín despreció la idea de que fuera necesario acercarse a Dios con una ofrenda de sangre. En el mismo espíritu muchos en nuestros días se niegan a creer que la sangre de Cristo fue derramada como sacrificio por los pecados de los hombres. Aunque Caín decidió desobedecer el mandato de Dios, llevó su ofrenda con gran confianza. La consideraba como el fruto de su propio trabajo y, por lo tanto, como algo que le pertenecía; y al presentársela a Dios sintió que estaba obligando a su Creador a respetarlo a él… La gran pregunta debería ser: ¿Qué puedo hacer para obtener la aprobación de Dios? y no: ¿Cómo puedo complacerme mejor a mí mismo? Abel confiaba plenamente en los méritos del sacrificio expiatorio de Cristo. Fue esta fe la que lo conectó con Dios. La promesa de un Redentor era tenuemente comprendida; pero las ofrendas del sacrificio arrojaron luz sobre la promesa. Caín tuvo la misma oportunidad de aprender y aceptar estas verdades que Abel. Dios no aceptó a uno y rechazó al otro sin razón suficiente. Abel creyó y obedeció; Caín dudó y se rebeló. Dios no hace acepción de personas, pero recompensará a los obedientes y castigará a los desobedientes (The Signs of the Times, February 6, 1879, “The Great Controversy Between Christ and His Angels and Satan and His Angels: Chapter 5—Cain and Abel”, párr. 5, 6).
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