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Adoremos al Dios de la naturaleza, 9 de noviembre

 Adoremos al Dios de la naturaleza, 9 de noviembre

De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Salmos 24:1.Dios nos habla en la naturaleza. Es su voz la que oímos al contemplar la hermosura y la abundancia del mundo natural. Vemos su gloria en las cosas bellas que su mano ha hecho. Contemplamos sus obras sin ningún velo. Dios nos las ha dado para que mirando las obras de sus manos aprendamos de El.

Dios nos ha dado estas cosas preciosas como una expresión de su amor. El Señor es amante de lo hermoso, y para agradarnos y gratificarnos ha desplegado ante nosotros las bellezas de la naturaleza, así como un padre terrenal busca presentar cosas bellas delante de los hijos a quienes ama. Al Señor siempre le agrada vernos felices. Aunque pecaminosa y con todas sus imperfecciones, el Señor ha prodigado a esta tierra lo útil y lo hermoso. Las bellas flores de variados colores nos hablan de su ternura y amor. Tienen un lenguaje propio que nos recuerda al Dador.

Podemos elevar nuestra mirada por medio de la naturaleza al Dios de la naturaleza. En los elevados y hermosos árboles, en los arbustos, en las flores, Dios revela su carácter. Puede ser comparado con los más hermosos lirios, rosas y claveles. Me gusta mucho mirar las cosas de Dios en la naturaleza, porque el Señor ha impreso en ellas su carácter. Por amor a nosotros nos las ha dado, y desea que encontremos placer en ellas. No adoremos, entonces, las cosas hermosas de la naturaleza, sino elevemos nuestra mirada a través de ellas al Dios de la naturaleza y adoremos al Dador. Dejemos que estos hermosos ministerios de amor respondan al propósito de Dios, y acerquen nuestros corazones a El, para que sean llenados con las bellezas de su carácter, y adoremos su bondad, su compasión y su inefable amor.

Dios es bueno y digno de ser alabado. Sus misericordias nos han sido concedidas librementes. Nos ha rodeado con muestras de su amor. Los incrédulos pueden enfurecerse e imaginar cosas vanas, pero el Señor no cambia. El ha creado la fortaleza de los collados eternos para que sean un refugio seguro para su pueblo. Ha preparado las montañas y las cuevas para sus hijos oprimidos y perseguidos. Podremos pecar, pero Dios es nuestro refugio y fortaleza en tiempos de prueba. A Aquel que hizo las encumbradas montañas, las colinas perennes, a El podemos mirar. Y El mirará desde su lugar alto y santo a los que le aman y temen...

En las cosas de la naturaleza se nos dan símbolos del reino de los cielos. Gracias a Dios tenemos una ciudad que es pura, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Esa ciudad no puede ser removida. Es tan firme como el trono de Dios.—Manuscrito 153, del 9 de noviembre de 1903, “A través de la naturaleza al Dios de la naturaleza”.

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