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Cada Día con Dios


El ministerio de los ángeles santos, 29 de noviembre https://ift.tt/3FVS8bk ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación? Hebreos 1:14. El Señor no deja en tinieblas a los que siguen la luz que les ha dado, sino que envía sus ángeles para que se comuniquen con ellos. Cornelio vivía de acuerdo con las instrucciones dadas en las Escrituras del Antiguo Testamento, y el Señor envió un mensajero para decirle lo que tenía que hacer. Dios pudo haber dado a Cornelio todas sus instrucciones por medio de un ángel, pero ése no era su plan. Su propósito consistía en ponerlo en relación con los que habían estado recibiendo conocimiento de lo Alto, y cuya tarea consistía en compartirlo con los que estaban buscando luz. Así obra siempre Dios con su pueblo. “Envía, pues, ahora hombres a Jope -dijo el ángel-, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas”. Hechos 10:5, 6. Cornelio obedeció la instrucción que se le dio. Se unió a la iglesia y se convirtió en un útil e influyente colaborador de Dios. Este caso debiera darnos consuelo y fortalecernos. Estudien los que están al servicio de Dios la íntima relación que existe entre el cielo y la tierra. Los instrumentos celestiales y terrenales deben unirse en la gran tarea de comunicar la luz a los que se hallan en tinieblas. Los ángeles celestiales tienen que traernos bendiciones, y a nuestra vez nosotros debemos impartirlas a nuestros semejantes. Nótense las palabras de encomio referentes a Cornelio: “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios”. Hechos 10:4. El cielo reconocía su fidelidad. Dios vio que era un hombre a quien se podían confiar más luz y mayores responsabilidades, porque había usado adecuadamente los talentos que se le concedieron. Debiéramos considerar nuestra mayordomía como una sagrada responsabilidad. Debemos negociar diligentemente con los talentos que se nos han conferido. Al hacerlo, Dios reconocerá nuestra fidelidad, y nos concederá mayores habilidades para servir. Dios está procurando preparar a su pueblo para que lleve fruto para su gloria.—Manuscrito 67, del 29 de noviembre de 1900, “Palabras de instrucción para la iglesia”

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