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Reflejemos a Jesús


Nos regocijamos en la tribulación por causa de Cristo, 2 de diciembre https://ift.tt/3rt25sF Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15. Alabado sea el Señor porque tenemos un Sumo Sacerdote misericordioso y tierno que es sensible a nuestras flaquezas. No esperamos descansar aquí. No, no. El camino hacia el cielo es un camino en el que debemos cargar la cruz; es una senda recta y angosta, pero avanzaremos con gozo sabiendo que el Rey de gloria la transitó antes que nosotros. No nos quejaremos de las asperezas del camino, sino que seremos mansos seguidores de Jesús, siguiendo sus huellas. El fue varón de dolores, experimentado en quebranto. Por nuestro bien se hizo pobre para que por su pobreza pudiéramos ser enriquecidos. Nos regocijaremos en la tribulación y recordaremos que la recompensa del galardón “produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”. 2 Corintios 4:17. No adoptaremos pensamientos de murmuración por causa de las pruebas. Los queridos hijos de Dios siempre las tuvieron, y cada prueba adecuadamente soportada aquí nos hará más ricos en gloria. Anhelo mi cuota de sufrimiento. Aunque pudiera no iría al cielo sin padecer sufrimientos, pues allí vería a Jesús quien sufrió tanto para compramos tan rica herencia; y también vería a los mártires que entregaron sus vidas por causa de la verdad y de Cristo. No, no. Déjeme [ser] perfeccionada mediante los sufrimientos. Anhelo participar con Cristo de sus sufrimientos, pues si lo hago sé que participaré con El en su gloria. Jesús es nuestro modelo. Procuremos que nuestras vidas sean tan semejantes a la de Cristo como sea posible. Mi alma clama por el Dios vivo. Mi ser entero anhela al Señor. ¡Oh, si tan sólo pudiera reflejar más perfectamente su imagen amorosa! ¡Oh, si pudiera consagrarme completamente a El! ¡Oh, cuán difícil le es morir al querido yo! Podemos regocijarnos en un Salvador completo; uno que nos salva de todo pecado. Debiéramos decirle a Dios diariamente: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí para obrar tanto el querer como el hacer su buena voluntad”. A Dios sea la gloria. Sé que mi vida está escondida con Cristo en Dios. El velo ha sido levantado. Contemplé el rico galardón reservado para los santos. He probado los gozos del mundo por venir, y me ha llevado a despreciar este mundo. Mis afectos, mis intereses, mis esperanzas, mi todo está en el cielo. Anhelo ver al Rey en su hermosura; a quien ama mi alma. Cielo, dulce cielo. Anhelo allí vivir; y el sólo pensar cuán cerca está, me hace impacientar por ver a Cristo aparecer. Alabado sea el Señor por darnos esperanza de inmortalidad y de vida eterna a través de Cristo.—Carta 9, 1851.

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