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El valor de un alma, 18 de febrero https://ift.tt/eDgYUIa Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. 2 Corintios 4:17. Pretendernos ser los depositarios de la Ley de Dios, y como pueblo profesamos [tener] mayor luz y vivir a la altura de una norma más elevada que cualquier otro pueblo de la tierra; por lo tanto debemos mostrar mayor perfección de carácter y una más profunda devoción, que exalte las verdades sagradas y eternas. El más solemne mensaje ha sido confiado a los que han recibido la luz de la verdad; y nuestra luz debiera brillar proyectándose en rayos claros que iluminen el sendero de los que están en las tinieblas, de tal manera que glorifiquemos diariamente a Dios en nuestras vidas. Cada miembro de iglesia tiene una responsabilidad individual como miembro de la iglesia visible y obrero en la viña del Señor, y debiera hacer todo lo que está a su alcance para preservar la armonía, la unidad y el amor en la iglesia. Obsérvese la oración de Cristo: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:21. La unidad de la iglesia es la evidencia de que Dios envió a Jesús a esta tierra como su Redentor, que el mundo no puede resistir ni controvertir. La unidad y armonía de ella constituyen un argumento convincente. Por eso Satanás está tratando constantemente de obrar para impedir esta armonía y unión, de manera que al observar los altercados, luchas y disensiones, los incrédulos sientan aversión al cristianismo y se afirmen en la incredulidad e infidelidad. Los que profesan la verdad y al mismo tiempo están en desacuerdo los unos con los otros deshonran a Dios. Si nuestra convicción... [de tener] verdades más grandes que las [que tienen] otras denominaciones no nos lleva a una consagración más profunda, y a tener vidas más puras y santas, ¿de qué nos aprovecha esta verdad? Hubiera sido mejor no haber visto nunca la luz de la verdad que pretender aceptarla y no ser santificados por ella. Para poder evaluar cuánto involucra la conversión de un alma del error a la verdad debemos apreciar el valor de la inmortalidad y sentir los dolores de la segunda muerte. Debemos comprender los honores y la gloria que aguardan a los rescatados y qué significa vivir en la presencia del que murió a fin de elevar y ennoblecer al vencedor y darle una diadema real. El valor de un alma no puede ser plenamente estimado. ¡Con cuánta gratitud recordará el que fue rescatado y glorificado a los instrumentos de su salvación! Nadie olvidará sus abnegadas labores, sus esfuerzos perseverantes, su paciencia, su perseverancia, y el corazón fervoroso con que gemía por las almas que se habrían perdido para Jesucristo si hubiera descuidado su deber o se hubiera cansado de hacer el bien.—Manuscrito 1, del 18 de febrero de 1880, “Dificultades en la iglesia”.

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