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A Fin de Conocerle


Dignidad sin orgullo, 14 de mayo https://ift.tt/kF6fYuD Mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño. Nunca tal acontezca que yo os justifique; hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad. Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días. Job 27:4-6. Debiéramos preservar la más estricta castidad en pensamiento, palabra y conducta. Recordemos que Dios coloca nuestros pecados secretos a la luz de su rostro. Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y despertados por Satanás que molestan aun a los mejores hombres; pero si no son acariciados, si son rechazados como odiosos, el alma no se contamina con la culpa, y ningún otro se mancha por su influencia. ¡Ojalá cada uno de nosotros fuera un sabor de vida para vida para los que nos rodean! Hay gran necesidad de un aprecio más profundo de la santa verdad de Dios. Si todos comprendieran la solemnidad y peso del mensaje, muchos pecados que ahora se cometen descuidadamente desaparecerían de entre nosotros. ¿No se mezclan con demasiada frecuencia pensamientos y hechos comunes con los sagrados temas de la verdad? Siempre que se haga esto, se rebaja la norma. Vuestro ejemplo induce a otros a considerar livianamente la verdad, y éste es uno de los más grandes pecados a la vista de Dios. El privilegio de cada uno es vivir de tal forma que Dios lo apruebe y lo bendiga. Podéis estar frecuentemente en comunicación con el Cielo; no es la voluntad de vuestro Padre celestial que estéis alguna vez bajo condenación en tinieblas. No es agradable a Dios que os desmerezcáis. Debéis cultivar el respeto propio viviendo de tal modo que seáis aprobados por vuestra conciencia y ante los hombres y los ángeles. No es una evidencia de verdadera humildad que vayáis con la cabeza gacha y con el corazón lleno de pensamientos egoístas. Podéis ir a Jesús y ser limpiados, y estar delante de la ley sin remordimiento.—The Review and Herald, 27 de marzo de 1888.

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