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Reflejemos a Jesús


Ejercitar los músculos, exigir el cerebro, 14 de mayo https://ift.tt/47WIjG1 Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Eclesiastés 9:10. Deben aprenderse los diversos oficios y ocupaciones que ponen en acción una gran variedad de aptitudes mentales y físicas; las ocupaciones que requieren hábitos sedentarios son las más peligrosas, porque apartan a los hombres del aire libre y el sol, y adiestran un grupo de facultades mientras otros órganos se debilitan por la inacción. Los hombres llevan adelante su trabajo, perfeccionan su negocio, y pronto yacen en la tumba. Es mucho más favorable la condición del que tiene una ocupación al aire libre, ejercitando sus músculos mientras el cerebro es igualmente exigido, y todos los órganos tienen el privilegio de hacer su trabajo. Para los que viven fuera de las ciudades y trabajan al aire libre, contemplando las obras del gran Artista Maestro, continuamente se despliegan nuevas escenas. Mientras estudian el libro de la naturaleza, una influencia suavizante y subyugante se posesiona de ellos; porque comprenden que el cuidado de Dios lo cubre todo, desde el glorioso sol en el cielo hasta el gorrioncillo marrón o el más insignificante insecto dotado de vida. La Majestad del cielo nos ha señalado estos objetos de la creación de Dios como una evidencia de su amor. El que diseñó las flores ha dicho: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”Mateo 6:28, 29. El Señor es nuestro Maestro, y bajo su instrucción podemos aprender las lecciones más preciosas de la naturaleza. El mundo está bajo la maldición del pecado y, sin embargo, aun en su decadencia es muy hermoso. Si no estuviera contaminado por las acciones perversas y corruptas de los hombres que huellan el suelo, podríamos, con la bendición de Dios, disfrutar el mundo así como es. Pero la ignorancia, el amor al placer y los hábitos pecaminosos, corrompiendo el alma, el cuerpo y el espíritu, llenan el mundo de lepra moral. Una letal malaria moral está destruyendo a millares y decenas de millares. ¿Qué debe hacerse para salvar a nuestra juventud? Nosotros podemos hacer poco, pero Dios vive y reina, y El puede hacer mucho... En tanto huimos de lo falso y artificial, descartando las carreras de caballos, los juegos de cartas, las rifas, el pugilismo, el consumo de licores y el uso de tabaco, debemos proporcionar fuentes de placer que sean puras y nobles y elevadas. Deberíamos escoger una ubicación... donde el ojo no se posará continuamente en las casas de los hombres, sino en las obras de Dios; donde haya lugares de interés para visitar, diferentes a los que proporciona la ciudad... donde la naturaleza pueda hablar a los sentidos, y éstos puedan oír en su voz la voz de Dios. Permitamos que estén [los alumnos de nuestros colegios] donde puedan observar sus maravillosas obras, y por medio de la naturaleza contemplar a su Creador.—Fundamentals of Christian Education, 319, 320.

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