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Cada Día con Dios


Los frutos del arrepentimiento, 7 de julio https://ift.tt/kiHRj5m ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. Mateo 23:25. Cuando Juan predicaba en el desierto de Judea y los fariseos y saduceos acudían para bautizarse, el intrépido predicador de la justicia les dijo: “¡Generación de víboras! ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”. Mateo 3:7, 8. Al acudir a Juan, esos hombres no lo hacían por motivos rectos. Sus principios y procedimientos eran corruptos; sin embargo, no se daban cuenta de su verdadera condición. Llenos de orgullo y ambición, no vacilaban en echar mano de cualquier medio que los capacitara para exaltarse a sí mismos y fortalecer su influencia sobre la gente. Y el bautismo administrado por este joven y popular maestro podría ayudarles, según les parecía, a cumplir esos designios con más éxito. Sus motivos no estaban ocultos para Juan, quien los enfrentó con esta escrutadora pregunta: “¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” Si hubieran escuchado la voz de Dios que hablaba a sus corazones, habrían dado evidencias de ese hecho mediante frutos dignos de arrepentimiento. Pero esos frutos no se veían. Habían escuchado la amonestación como si fuera sólo la voz del hombre. Se sentían encantados con el poder y la osadía con que hablaba Juan, pero la convicción del Espíritu de Dios no llegaba a sus corazones, y como resultado cierto de ello la palabra hablada no daba frutos para vida eterna. Nadie está más lejos del reino de los cielos que los formalistas llenos de justicia propia, saturados tal vez de orgullo por causa de sus logros, mientras están totalmente desprovistos del Espíritu de Cristo, y están dominados por la envidia, los celos, y el amor a la alabanza y la popularidad. Pertenecen a la clase a la cual Juan calificó de generación de víboras, hijos del maligno. Sirven a la causa de Satanás con más eficiencia que el más vil de los libertinos, porque éste no disfraza su verdadero carácter, y se lo ve tal como es. Nada menos que una vida enmendada: frutos dignos de arrepentimiento, cumplirá los requisitos divinos. Sin esos frutos, nuestra profesión de fe carece de valor (Signs of the Times, 7 de julio de 1887).

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