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El Cristo Triunfante


El redentor recibió consuelo luego de soportar la prueba, 7 de julio https://ift.tt/gpVO1rH “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”. Mateo 4:11. Después que el enemigo hubo huido, Jesús cayó exhausto al suelo. Había soportado la prueba, mas ahora desmayaba en el campo de batalla. ¿Qué mano hubo allí para sostener su cabeza? ¿Quién le ofrecería cuidado y atención para que pudiera recuperar sus fuerzas? ¿Sería abandonado a su suerte luego de haber conquistado la victoria? Oh, no; los ángeles del cielo habían contemplado el conflicto con enorme interés y ahora acudieron a atender al Hijo de Dios, mientras estaba postrado como moribundo. Fue fortalecido con alimentos y consolado por un mensaje del amor de su Padre, así como por la seguridad de que todo el cielo había triunfado en su victoria. Y así regresó del desierto para proclamar con poder su mensaje de misericordia y salvación. ¿Qué habría ocurrido si Satanás hubiera logrado la victoria? ¿Cuál sería nuestra esperanza? Cristo vino a revelar a los mundos no caídos, a los ángeles y a la raza humana, que en la ley de Dios no hay restricción que no podamos obedecer. Vino a representar a Dios en la humanidad. Cumplió cada uno de los requerimientos que se nos pide obedecer.—Manuscrito 155, 1902. En sus conflictos con Satanás, la familia humana dispone de toda la ayuda que tuvo Cristo. No necesitamos ser vencidos. Podemos ser más que vencedores, mediante Aquel que nos ha amado y ha dado su vida por nosotros... En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas terribles y aparentemente abrumadoras tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a complacer el apetito, a aventurarse atrevidamente donde Dios no nos conduce, y a adorar al dios de este mundo, a sacrificar una eternidad de bienaventuranza por los placeres fascinadores de esta vida. Cada uno será tentado, pero declara la Palabra que no seremos tentados más allá de lo que podamos soportar. Podemos resistir y vencer al astuto enemigo. Cada alma tiene un cielo que ganar y un infierno que evitar. Y los seres angelicales siempre están dispuestos a venir en ayuda del alma probada y tentada. Él, el Hijo del Dios infinito, soportó la prueba y la aflicción en nuestro lugar. Delante de cada alma se levanta vívidamente la cruz del Calvario. Cuando sean juzgados los casos de todos, ellos [los perdidos] serán entregados para sufrir por haber despreciado a Dios, por no haber tomado en cuenta el honor divino y por su desobediencia, nadie tendrá una excusa, nadie necesitará haber perecido. Dependió de su propia elección quién habría de ser su príncipe, Cristo o Satanás. Toda la ayuda que recibió Cristo la puede recibir cada hombre en la gran prueba.—Carta 116, 1899.

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