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El Cristo Triunfante


En Cristo podemos alcanzar la perfecta humanidad, 20 de julio https://ift.tt/RcyphCZ “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Juan 15:4. Satanás deseaba trastornar el gobierno de Dios e imprimir su propio sello a las normas del reino del Señor. Cristo no armonizaba con ese deseo y así fue como la contienda contra Cristo comenzó y, gradualmente, se intensificó. Trabajando en secreto, aunque siendo conocido para Dios, Lucifer se transformó en un ser engañador. Hablaba falsedades como si fueran verdad. Fue expulsado del cielo y, aparentemente, Cristo estuvo a solas con él en el desierto de la tentación. Sin embargo, no estaba solo, pues los ángeles estaban en derredor suyo del mismo modo como los ángeles de Dios son comisionados a ministrar en favor de quienes padecen los temibles ataques del enemigo. Cristo estuvo en el desierto con el mismo con quien había estado en guerra en el cielo, y a quien había vencido; y Satanás fue derrotado. Ahora Satanás lo enfrentó bajo circunstancias diferentes, pues la gloria que lo circuía ya no era visible. Se había humillado a sí mismo y había adoptado nuestra naturaleza... ¡Cuánta angustia mental padeció! ¡Cuánta aflicción! ¡Cuánta tortura hirió su mente! Estaba ante él cara a cara, no frente a un monstruo horroroso, como se lo representa, de pezuñas hendidas y alas de murciélago, sino como un hermoso ángel de luz, uno que aparentemente había venido de la presencia de Dios... Es imposible que podamos comprender la profundidad y la fuerza de estas tentaciones a menos que el Señor nos conduzca donde pueda abrir estas escenas ante nosotros y nos las revele y así podamos comprenderlas en forma parcial... La prueba que padeció nuestro Señor nos demuestra que él habría podido ceder ante estas tentaciones, de lo contrario la batalla habría sido una farsa. Pero no cayó ante las insinuaciones del enemigo, demostrando así que la naturaleza humana, unida a la divina por medio de la fe, tiene poder para resistir las tentaciones de Satanás. La perfecta humanidad de Cristo es la misma que podemos tener por medio de nuestra relación con Cristo. Al igual que Dios, Cristo no pudo ser inducido a pecar, así como tampoco se había podido quebrantar su lealtad en el cielo. Pero al humillarse y adoptar nuestra naturaleza, podía ser tentado. No había tomado la naturaleza de los ángeles, sino la humana, perfectamente idéntica a nuestra propia naturaleza, excepto que en él no había mancha de pecado... La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva, pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no habría de corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios.—Manuscrito 57, 1890.

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