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Los negocios de nuestro padre, 12 de noviembre https://ift.tt/BXvLlZK Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. Mateo 4:24. La vida de Cristo fue de constante sacrificio propio. Su obra no estaba limitada a algún lugar o tiempo. Estaba ligada sólo por el amor y la simpatía que Jesús sentía por las almas por las cuales pronto daría su vida. Su compasión no conocía límites. Realizó su obra de sanamiento y enseñanza en tan grande escala, que no había edificio en Palestina lo suficientemente grande para albergar las multitudes que lo rodeaban. En cada ciudad y pueblo por donde pasaba se encontraba su hospital. En las laderas de las colinas de Galilea, en las grandes vías públicas, en la costa del mar, en las sinagogas, en todo lugar donde había corazones prestos a escuchar su mensaje, Cristo sanaba a las personas y les señalaba al Padre Celestial. Al atardecer, luego de la jornada de labor, hablaba con los que durante el día trabajaban por una pitanza para sostener a sus familias. Si sólo comprendiéramos cuán diligentemente trabajó Cristo para sembrar la semilla del Evangelio, no limitaríamos nuestros esfuerzos a la asistencia a los cultos del sábado. Trabajaríamos incansablemente repartiendo el Pan de Vida a las almas moribundas... Captemos el espíritu del gran Maestro. Aprendamos del Amigo de los pecadores cómo ayudar a las almas enfermas de pecado. Su corazón siempre se conmovía con la angustia humana. ¿Por qué somos tan fríos e indiferentes? ¿Por qué nuestros corazones son tan poco impresionables? Cristo se colocó sobre el altar del servicio como un sacrificio vivo. ¿Por qué somos tan reacios a entregarnos a la obra a la cual El consagró su vida? Algo debe hacerse para curar la terrible indiferencia que se ha adueñado de nosotros. Doblemos nuestras cabezas en humillación al ver cuánto menos hicimos de los que podríamos haber hecho para sembrar las semillas de la verdad. Cuando nos convirtamos, cambiarán nuestros deseos de gozar de tranquilidad y elegancia. Cristo conformó sus deseos y anhelos estrictamente a su misión, la misión que llevaba la insignia del cielo. El subordinó todo a la gran tarea que vino a realizar a este mundo en favor de la raza caída. Cuando en su juventud su madre lo encontró en la escuela de los rabinos y le preguntó “hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia”, les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:48, 49.—Manuscrito 147, del 12 de noviembre de 1902, “Un llamado a hacer mayores esfuerzos”.

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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374